Los cambios en la legislación económica y en las instituciones en Colombia han sido tantos y tan variados que nadie ha tenido la oportunidad de asimilarlos
La falta de una perspectiva de largo plazo es un problema grave. Los viajes fuera del país permiten analizar la situación económica colombiana con una perspectiva mejor. Los temas económicos de toda una semana que parecieron muy importantes para los que permanecieron en el país pierden su gran urgencia cuando se miran todos los periódicos en una sola sentada. Las proyecciones económicas para 1994 que fueron noticia la semana anterior no parecen tan importantes cuando uno mira el triste récord de nuestros pronosticadores y cuando se da cuenta de la débil base de información con que cuentan.
Como lo he sostenido varias veces, estos pronósticos de corto plazo son muy riesgosos mientras no contemos con un sistema de cuentas nacionales que produzcan cifras cada trimestre. Mientras no tengamos un sistema de contabilidad nacional con cifras actualizadas el esfuerzo de todos los analistas se dedicará a tratar de establecer si la economía está bien o está mal y no habrá una base común para poder hacer las predicciones.
Lo interesante es que desde afuera lo más notable de Colombia no son las cifras sobre la realidad económica de largo plazo, sino más bien, cuál es la verdadera forma en que han quedado nuestras instituciones. Los cambios en la legislación económica y en las instituciones del país han sido tantos y tan variados que nadie ha tenido la oportunidad de asimilarlos.
La dificultad de asimilar tantos cambios realizados de manera simultánea y sin mucha coordinación está causando serios problemas.
La construcción se ha visto amenazada por la reforma que buscaba agilizar la expedición de las licencias de construcción. Los cambios en el sentido de circulación han incrementado el número de accidentes y las visitas a la Fundación Santa Fe de Bogotá. Los acuerdos con el Reino Unido no han podido firmarse por los cambios en la Constitución. En general, la administración pública en lugar de volverse más ágil se toma más lenta mientras que se asimilan todos estos cambios.
Que el exceso de cambios puede ser peligroso para la salud de una persona es bien sabido. Dos investigadores, el médico Thomas Holmes y el siquiatra Richard Rahe, han mostrado que la salud de una persona se deteriora notablemente cuando es sometida a un ritmo de cambios en su estilo de vida. Se ha podido observar que si alguien cambia de estado civil, de residencia y de trabajo, al mismo tiempo, su adaptación puede ser muy difícil y la salud de esa persona puede llegar a estar en peligro.
El tema del efecto del cambio rápido en las personas e instituciones ha sido ampliamente analizado por Alvin Toffler. El concepto del shock del futuro fue definido en 1965 en un artículo de la revista Horizon para describir el tremendo estrés y desorientación que se induce en los individuos al someterlos demasiados cambios en un período corto de tiempo.
Después de 5 años de investigaciones el autor llegó a dos importantes conclusiones que presenta en su libro el Shock del Futuro, publicado en 1970. Primero, el Shock del Futuro no es un peligro remoto sino una real enfermedad que está atacando a millares de personas. Segundo, muy poco se sabe de la manera como la gente se adapta, tanto aquello que diseñan y ponen en práctica los cambios, como los que supuestamente nos preparan a sobrellevarlos. Al mirar en perspectiva los rápidos cambios ocurridos en Colombia uno no puede menos que pensar que los autores de nuestro revolcón menosprecian los hallazgos de tan importante libro y que bien valdría la pena volver a releer esta obra que tuvo tanta influencia en la generación que ahora está en el poder.
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