El Presidente Ronald Reagan se
dirigió recientemente a todos sus gobernados por las cadenas de televisión
norteamericana con el objeto de buscar el apoyo de los norteamericanos
para su plan de control del déficit fiscal. Sin lugar a dudas para un
observador imparcial lo más notable de la charla televisada fue la manera
impecable como el presidente de los Estados Unidos hizo su
presentación. El «Gran Comunicador» en su mensaje ante las cámaras
convincentemente mostró la necesidad de controlar el déficit. Según
Reagan el problema más grave que afronta la economía americana lo constituye
el exceso de gastos sobre el ingreso fiscal de los Estados Unidos. Dicho
problema puede poner en peligro el bienestar de todos los norteamericanos,
haciendo nulos los esfuerzos hechos en el pasado reciente para lograr un rápido
crecimiento.
La forma
El mensaje tuvo un alto contenido cuatrijuliero con invocaciones a la
grandeza de los Estados Unidos y con
exaltaciones a las bondades del mercado. Además para motivar a su audiencia, llegó a utilizar palabras de John
F. Kennedy; citó lo dicho por Kennedy en su posesión: «No
preguntemos qué puede hacer el país por nosotros sino más bien qué podemos hacer por el país».
El presidente norteamericano
dejó muy en claro en su mensaje que el tamaño del estado había llegado a
ser excesivo y que para controlar el déficit fiscal era necesario comenzar a
reducirlo. Según Reagan, la estrategia para disminuir el tamaño del
estado debe realizarse en dos etapas. Primero, disminuir los impuestos y luego,
disminuir el presupuesto. En su discurso enfatizó la necesidad de
continuar con la política de reducción de impuestos y renovó su promesa de no
aumentar los impuestos federales.
En su alocución, Reagan aprovechó para mofarse de sus críticos. Les
recordó que cuando inicialmente propuso su política de reducciones en los
impuestos, ésta se bautizó con el nombre de
Reaganomics pero cuando comenzó a tener éxito, dejó de conocérsele con
este nombre.
El fondo.
Las propuestas de Reagan para acabar el déficit fiscal de los Estados Unidos se centran en la reducción de algunos gastos que están causando serias ineficiencias en la asignación de recursos. En su mensaje, el presidente mostró una sensibilidad hacia las clases menos favorecidas no reconocida por sus críticos norteamericanos y de otros países.
De una manera muy gráfica, el presidente norteamericano mostró la necesidad de acabar con los ferrocarriles. Señaló que por cada pasajero los ferrocarriles estaban perdiendo 35 dólares y que, por lo tanto en muchas circunstancias, resultaría más conveniente darles pasajes de avión gratis a los usuarios del ferrocarril.
También señaló el absurdo al que se ha llegado con la política de créditos subsidiados, pues hoy en día el gobierno federal tiene un programa de créditos que supera con creces el del Chase Manhattan y el Banco de América. El Presidente Reagan propuso acabar con este tipo de crédito para las grandes corporaciones. Recomendó acabar con el crédito del EXIMBANK, Banco de Exportaciones e Importaciones el equivalente norteamericano de PROEXPO. También recomendó acabar con el crédito subsidiado de la Small Business Administration, equivalente a nuestra Corporación Financiera Popular y con los préstamos subsidiados a los estudiantes universitarios.
En la línea de gastos que pueden suprimirse, y a la vez contribuir a
una mejor asignación de recursos, el Presidente Reagan mencionó el apoyo a las
compañías de buses urbanos. Señaló que cada vez que un pasajero aborda un
bus el gobierno federal tiene que aportar diez centavos de dólar.
Para lograr el apoyo de los demócratas ofreció controlar los gastos en
defensa manteniéndolos a un nivel
relativo constante. Prometió que los gastos de defensa se mantendrían a
un nivel tal que representaran una fracción constante del PIB. Recordó que
dicha fracción sería inferior a la alcanzada en las administraciones de Kennedy y Johnson.
Las consecuencias
Aunque es difícil de pronosticar la probabilidad de que el presidente
Reagan pueda convencer al congreso y logre disminuir el déficit fiscal, sí se
puede prever la importancia de su control.
En primer lugar, si los Estados Unidos logran un control efectivo de
los gastos del gobierno darán un ejemplo a otras naciones con el mismo
problema. En estos momentos es muy difícil predicar una política de
austeridad cuando la casa está un poco desarreglada.
En segundo lugar, la reducción del déficit fiscal de los Estados
Unidos permitirá una reducción de las tasas de interés internacionales, lo que
traerá como consecuencia una disminución de los pagos por servicio de la deuda
en los países latinoamericanos. Al disminuirse el nivel de las tasas de
interés en los Estados Unidos, se creará una situación en la cual la inversión
en activos domésticos sea más favorables.
El ajuste en el frente fiscal contribuirá a un ajuste en el sector
externo norteamericano y contribuirá a la reducción del déficit comercial de
los Estados Unidos. Al aumentar la competitividad de los productos
norteamericanos aumentará la competitividad
de economías como la colombiana cuyo patrón monetario es el dólar. Es
conveniente anotar que gran parte de los problemas del sector externo
colombiano se hallan relacionados con la sobrevaluación de la divisa
norteamericana y por lo tanto su solución se logrará en la medida en que el
dólar llegue a su nivel de equilibrio.
Finalmente, puede decirse que al aceptar el gobierno norteamericano
la necesidad del ajuste se están enterrando las teorías de algunos profesores
de la escuela de Chicago que prometieron mantener en equilibrio la economía con
el uso de instrumentos de política fiscal y monetaria. Al igual que en el
Cono Sur, el empleo de las recomendaciones
del profesor Mundell ha tenido que enfrentarse a la realidad de una moneda
sobrevalorada la cual ha acabado con la competitividad de una economía.
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