A pesar
de los grandes avances logrados en los ochentas el sistema fiscal colombiano
tiene algunos problemas que deben ser corregidos poco a poco.
El miércoles de la
semana pasada se desarrolló en Bogotá un seminario sobre Política Fiscal
Colombiana en donde se presentaron dos trabajos de destacados economistas
colombianos. En el seminario, la mayor discusión se concentró en la relación
existente entre la política fiscal y la estabilización de la economía. Para uno
de los ponentes, el haber adoptado Colombia una política fiscal anticíclica, ha sido una de las causas de la
relativa estabilidad de su política macroeconómica, aún ante la presencia de un
sector externo oscilante.
Los dos ponentes, Jorge
Ospina y Eduardo Sarmiento a pesar de las claras diferencias en sus enfoques,
estuvieron de acuerdo en que el caso colombiano se ha caracterizado por un
manejo discrecional de la política fiscal. Esta discrecionalidad, la mayor
parte de las veces, se ha empleado para ayudar en la estabilización. Por
ejemplo, las cifras muestran que fue posible revertir las tendencias negativas
imperantes en 1984, mediante una sano proceso de ajuste macroeconómico en el
que la política fiscal fue un protagonista importante.
El paquete de medidas
que lograron este pequeño milagro económico no solo fueron de carácter fiscal,
sino que también incluyeron medidas cambiarias y monetarias que facilitaron el
ajuste en los frentes externo e interno. Los estudios retrospectivos muestran
la importancia de haber conseguido un nivel adecuado en la tasa de cambio real
de la economía colombiana.
A diferencia de las
reformas anteriores, los cambios ocurridos en los ochentas fueron puestos en
marcha sin tener que acudir a misiones fiscales lideradas por expertos
extranjeros. Estas reformas, «made in Colombia», tuvieron un carácter
pragmático y buscaron simplificar las relaciones entre el contribuyente y la
administración. Para Jorge Ospina, el buen resultado de las reformas fiscales
colombianas se ha debido en buena parte a su carácter gradual. El público está
dispuesto a aceptar cambios cuando estos son pequeños y frecuentes. Los grandes
cambios asociados con la elaboración de estudios exaustivos liderados por
reconocidos expertos extranjeros parecen entonces, ser menos efectivos que una
serie de ajustes sugeridos y puestos en práctica por expertos nacionales.
A pesar de los grandes
avances logrados en los ochentas el sistema fiscal colombiano tiene algunos
problemas que deben ser corregidos poco a poco. En primer lugar, es necesario
disminuir la participación de los tributos sobre las importaciones. Para poder tener
éxito en el proceso de apertura se requiere bajar los aranceles y los recargos
a las importaciones. Obviamente para lograr mantener una estabilidad
macroeconómica es necesario apelar a aumentos en otros tributos.
En segundo lugar, será
necesario controlar las transferencias hacia los municipios. El Impuesto al
Valor Agregado que podría generar recursos adicionales está limitado por la
necesidad de transferir el 50 por ciento a los municipios. Si bien, en
principio, sería posible transferir responsabilidades adicionales a los
municipios, en la práctivca esto es imposible. La realidad política colombiana
es que la descentralización ha venido acompañada de un aumento en el déficit
del nivel central. Los gastos transferidos han sido siempre menores que los
recaudos transferidos. Las fórmulas utilizadas para ejecutar las transferencias
no solo no han sido rígidas sino que no han incentivado un mayor esfuerzo
local. Si la constituyente que elegimos el 9 de diciembre suprimiera las
fórmulas específicas del situado fiscal, dandole un manejo más flexible a las
relaciones fiscales intergubernamentales, habría contribuido notablemente a la
mejor marcha de la nación.
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