La entrada de la Unión Soviética al Fondo Monetario puede ser el comienzo de una nueva era en las relaciones económicas internacionales.
El mundo da muchas
vueltas. En los años sesentas los intelectuales de izquierda no podían ver ni
en pintura el nombre del Fondo Monetario Internacional. Para la izquierda, el
FMI era el instrumento del sistema capitalista para acabar con la riqueza de los
países de la periferia.
En los noventas, por el
contrario, las enseñanzas del Fondo comienzan a ser aceptadas en los centros de
enseñanza. en los que ha predominado las tendencias antiimperialistas. La
Universidad Nacional coloca anuncios en la prensa promoviendo cursos sobre
programación financiera. Como bien se sabe, la programación financiera es un
empaque sofisticado de las recetas utilizadas por el Fondo en sus programas de
ajuste. Perú que durante la época de Alan García tuvo un enfrentamiento total con
el Fondo, ha firmado un acuerdo con este organismo multilateral.
Pero el cambio de
percepción del papel del Fondo no solo ocurre en el trópico. El Señor Gorbachov
después de pensarlo mucho, encuentra que la solución de los problemas de su
país puede venir de la calle 19 de Washington D.C. sede del Fondo. Como primer
paso de este proceso ha solicitado su ingreso al Fondo como miembro pleno.
Lo interesante del
momento es que no solo los países están cambiado su manera de pensar sobre los
temidos organismos multilaterales de crédito. El Fondo está siendo más sensible
a la situación de los países miembros. Las publicaciones de este organismo
dejan ver cierta simpatía por los países altamente endeudados.
La entrada de la Unión
Soviética al Fondo Monetario puede ser el comienzo de una nueva era en las
relaciones económicas internacionales. El sometimiento del anterior llamado
Segundo Mundo a las reglas de la economía del mercado y a las de las
instituciones multilaterales encargadas de promoverlas indican un fuerte deseo
de cambio. El apoyo que pueda darle Occidente a los cambios en Europa Oriental
es muy importante.
Las economías
latinoamericanas indudablemente van a sentir el efecto de un acercamiento
económico entre el Occidente y el Oriente. Los recursos de los organismos
internacionales se desviarán hacia otros rumbos. Sin embargo, en el largo plazo
Colombia, al igual que otros países del tercer mundo, pueden beneficiarse del
resurgimiento del mercado en el oriente. Estas economías pueden convertirse en
el futuro en grandes importadores de nuestros productos.
Los países de oriente de Europa además de comprar café nos comprarán
otros productos manufacturados con mayor contenido de mano de obra. Además, por
nuestras compras recibiremos dólares en vez de productos «Made in
URSS». En el futuro no tendremos que apelar al ineficiente sistema de
trueque en el que nos tocaba aceptar artículos de dudosa calidad a cambio de
nuestros productos. El Wartburg, llamado en los sesentas el cariño verdadero,
por aquello de que ni se compra ni se vende, y el trolley rumano traído a
comienzos de los ochenta entrarán a la galería del recuerdo como ejemplo de lo
que conocemos como «huesos».
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