El «proceso
dinámico y flexible de planeación a largo plazo» nos condujo al
racionamiento de comienzos de los ochentas, seguido por un
sobredimensionamiento a mediados de la década y al nefasto racionamiento de
1992.
Los adeptos a la
intervención del Estado han argumentado que, contrario a lo que nos enseña la
teoría económica, el dejar operar libremente a las fuerzas del mercado no lleva
a una buena asignación de los recursos. Por lo general se invoca la existencia
de las llamadas fallas del mercado para justificar la intervención del
gobierno, presumiendo, eso sí, que el gobierno nunca falla y que la
intervención se va a realizar teniendo en cuenta lo que le conviene a la
sociedad.
Un ejemplo del tipo de
argumento que ordinariamente se da para justificar la intervención del Estado
se puede encontrar en el último número de Coyuntura Económica, en un artículo
de Guillermo Perry titulado «Lecciones del racionamiento. La nueva Ley
eléctrica«. «Sin embargo, el mercado libre no garantizaría que en
el futuro se eviten riesgos altos de faltantes de capacidad, y en consecuencia
de racionamientos agudos o, por el contrario, la aparición de excedentes muy
grandes de capacidad que representen una asignación ineficiente de recursos en
la economía y que conduzcan a la quiebra financiera de las empresas públicas o
privadas que participen en esa actividad. Tampoco garantiza, como ya lo hemos
señalado atrás, un nivel óptimo de gastos de mantenimiento en las centrales
térmicas de reserva, ni una operación del sistema que tenga en cuenta los costos
del racionamiento para toda la economía».
La consecuencia según
el Doctor Perry es muy clara. «Se requiere entonces, una intervención
estatal enmarcada en un proceso dinámico y flexible de planeación de largo
plazo. El proceso de planeamiento debe permitir al Estado la determinación
oportuna de inversiones adicionales a las previstas por los actores
descentralizados y la fijación de las obligaciones, responsabilidad y derechos
de aquellos».
La lógica de los
argumentos parece muy sensata en abstracto. La realidad colombiana muestra todo
lo contrario. El Estado ha mostrado tener muchas más fallas que el mercado. El
«proceso dinámico y flexible de planeación a largo plazo» nos condujo
al racionamiento de comienzos de los ochentas, seguido por un sobredimensionamiento
a mediados de la década y al nefasto racionamiento de 1992. Las empresas
estatales tampoco garantizaron el nivel óptimo de gastos de mantenimiento en
las centrales térmicas de reserva ni una operación del sistema que tuviera en
cuenta los costos de racionamiento para toda la economía.
Más aún los anuncios
del gobierno de la última semana nos están mostrando que el Gobierno no ha
aprendido de los errores del pasado reciente. La interconexión del sector
eléctrico es una ficción. Los excedentes de la Represa de Betania no se pueden
aprovechar para aumentar los niveles de embalse en Bogotá y Antioquia sino que
tienen que ser utilizados en las regiones aledañas.
La situación de los
embalses sigue siendo crítica. Las estadísticas que pública ISA sobre el nivel
de embalses no muestran toda la verdad. El veintiocho por ciento que aparece en
las estadísticas se refiere al volumen de agua pero no a la capacidad de
generar energía. Al calcular la capacidad de generación real de los embalses en
este momento, se nota que apenas estamos por encima del nivel que existía al
comienzo del racionamiento. A pesar de la eliminación del racionamiento en el
Huila todavía tenemos un faltante grande. El sufrimiento de todo el país
durante los últimos cinco meses no ha servido para mejorar el estado crítico de
los embalses.
Por el contrario, si en
Marzo teníamos racionamiento de energía eléctrica, hoy también nos encontramos
enfrentados a un racionamiento de gas propano. En Bogotá, Colgas tiene atrasos
que bordean el mes. El fracaso del gobierno debe conducirnos a abandonar el
tipo de intervención que tanto le gusta al analista de FEDESARROLLO y a adoptar
soluciones de mercado. Los precios de los energéticos deben subir para
incentivar realmente el ahorro de energía y para hacer más atractivos
incrementos en la oferta.
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