El juego con la fórmula
para calcular la corrección monetaria ha llegado a extremos intolerables.
El sistema UPAC
continua mostrando su vitalidad a los veinte años de establecido. Las
autoridades económicas, contrariando la sabia máxima gringa de no arreglar algo
que no esté dañado han realizado permanentes cambios en sus reglas de juego. A
través de su existencia, el sistema de ahorro y vivienda colombiano ha sufrido
múltiples cambios. Las autoridades han tratado de orientar la utilización de
recursos hacia segmentos del mercado mediante la fijación de porcentajes de la
cartera de las corporaciones. Además, han establecido esquemas de subsidios
cruzados tratando de emular a Robin Hood gravando a los ricos para subsidiar a
los pobres.
Permanentemente, las
autoridades monetarias han asumido el papel de árbitros buscando establecer un
equilibrio entre el sistema UPAC y los otros intermediarios financieros. A falta de pito, las autoridades monetarias
han apelado al fácil expediente de introducir cambios en la manera como se
liquida la corrección monetaria.
La Administración López
Michelsen con el fin de proteger a los otros intermediarios financieros y a la
vez ganar adeptos entre los usuarios del sistema decidió imponer topes a la
corrección monetaria. Este cambio en las reglas de juego aparentemente sencillo
tuvo notables consecuencias. En primer lugar, acabó con la transparencia
existente en el sistema UPAC, al terminar la separación entre el retorno debido
a la inflación y el debido a la tasa de interés real. En efecto, a partir de
esta reforma la corrección monetaria dejo de ser el reflejo de la inflación
pasada y se convirtió en un número mágico fijado primero por el gobierno y
luego por la Autoridad Monetaria.
En segundo lugar, al
convertirse la corrección monetaria en un instrumento de política, la forma de
definir esta corrección monetaria se convirtió en una manera sencilla de
favorecer a un intermediario en particular. Los amigos del sistema UPAC se
dedicaron a inventarse fórmulas que les permitiera competir ventajosamente.
Cuando los enemigos del Sistema llegaron al poder cambiaron las fórmulas para
reducir la competitividad del UPAC.
El juego con la fórmula
para calcular la corrección monetaria ha llegado a extremos intolerables. La
fórmula utilizada actualmente combina, de una manera totalmente arbitraria, el
aumento en el Indice de Precios al Consumidor y la tasa de interés de captación
conocida técnicamente como el DTF. Sumar el veinte por ciento del incremento en
los precios con el cincuenta por ciento de la tasa de interés denominada DTF es
algo digno de figurar en una novela de García Márquez.
Sólo en Macondo puede
suceder que la suma de las ponderaciones utilizadas en una fórmula no sea
siempre el ciento por ciento. Como en las rebajas postnavideñas, la fórmula
colombiana tiene una descuento del treinta por ciento pues la suma de las dos
ponderaciones solo llega al setenta por ciento.
Esta fórmula macondiana
que ha puesto en aprietos al sistema UPAC y que ha favorecido a sus deudores y
a otros intermediarios financieros tiene defectos intrínsecos que desaparecen
cuando se tienen tasas de inflación muy bajas o cuando las tasas de interés
reales son muy altas. Sería necesario tener una inflación de un solo dígito o
una tasa de interés real de dos dígitos para que la fórmula produjera un valor
cercano al incremento en el costo de vida.
El cambio de las
ponderaciones tampoco es una solución. Aceptar la propuesta del ICAV
consistente en tomar el noventa por ciento de la tasa de interés es también una
equivocación. La fórmula produciría un resultado justo únicamente para
inflaciones cercanas al 45%. Para inflaciones menores se estaría favoreciendo
innecesariamente al Sistema de Ahorro y Vivienda en perjuicio de los otros
intermediarios financieros.
La solución obvia es
volver a la concepción original en la que la corrección monetaria refleja el
aumento en los precios. Dentro de esta concepción, es posible ensayar
variaciones interesantes que pueden contribuir a disminuir los costos de una
política de estabilización. Sin lugar a dudas, la innovación más interesante
sería tratar de incorporar en la fórmula las expectativas de inflación. Por
ejemplo, no me disgustaría que la corrección monetaria que se adopte para 1993
sea el famoso 22 por ciento. Pienso que, en las circunstancias actuales, una
corrección monetaria igual a la meta de inflación del gobierno podría tener un
importante efecto en la formación de las expectativas de inflación para el año
entrante.
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