El proceso de fijación
del salario mínimo de por si imperfecto puede mejorarse.
Cada año por esta época,
los gremios, los sindicatos y el gobierno comienzan a apostar aguinaldos. Las
discusiones del salario mínimo comienzan, la mayoría de las veces con el si y
el no, continúan con el dar y no recibir y terminan al final con el hablar y no
contestar. La tan anhelada concertación hace mucho tiempo que no se logra pues
los intereses de las tres partes son muy divergentes.
Una consecuencia
importante de este ritual anual en las negociaciones laborales debería ser
aclarar el papel del salario mínimo en la economía colombiana. Este año, tanto
el Director de Fedesarrollo, Eduardo Lora y mi compañero de página el Doctor
Luis Eduardo Rosas han hecho propuestas interesantes. El primero de ellos
sostiene que lo mejor sería que el aumento del salario mínimo se fijara una vez
al año con base en un índice de salarios. Debe notarse que la propuesta del
Doctor Lora supone, al menos de manera implícita, que el mercado es un buen
indicador del aumento en el nivel de salarios. El Doctor Rosas, con muy buena
lógica, propone que el salario mínimo se fije con una mayor periodicidad, para
de esta manera evitar el fuerte impacto que su aumento tiene en los costos de
producción y en especial en las empresas dedicadas a la construcción de
vivienda.
Las propuestas hechas
por tan destacados economistas pueden ayudar a encontrar la mejor forma en que
se debe ajustar el salario mínimo. Desafortunadamente, en la vida real no solo
se requiere saber cuánto se debe aumentar el salario mínimo, sino que también
es necesario conocer si el nivel del salario mínimo es adecuado. Suponer que el salario mínimo está en su
nivel adecuado es una hipótesis demasiado fuerte. En efecto, si el nivel
existente en 1992 es el correcto, no se necesita determinar un nuevo
procedimiento para calcularlo sino que
lo que se necesita es continuar con el proceso existente, pues la continuidad
va a asegurar que el salario mínimo continuará fijándose en su nivel óptimo.
Las consideraciones
anteriores no deben entenderse como una crítica a las propuestas de dos economistas
muy respetados, sino más bien como unas reflexiones que tratan de mostrar que
el proceso de fijación del salario mínimo es de por si imperfecto. La fijación
del salario mínimo debe considerarse, primordialmente, como un medio imperfecto
de mejorar los resultados obtenidos bajo un régimen de competencia perfecta. La
intervención del Estado debe entenderse, entonces, como una aplicación del
conocido refrán, tan de actualidad en estos días de racionamiento: «Ni tan
cerca que queme al Santo ni tan lejos que no lo alumbre»
Bajo las circunstancias
actuales, es muy difícil proponer una posición tan extrema como la de permitir
que el salario mínimo sea determinado, como la mayoría de los precios de la
economía, por el libre juego de la oferta y la demanda. Tampoco parece lógico
mantener el sistema vigente en el que el salario mínimo se ha convertido, sin
querer queriendo, en una verdadera Unidad de Poder Adquisitivo Constante.
En efecto, por obra y
gracia de algunos de nuestros genios que han pensado colincharse en el tren del
aumento del salario mínimo, hay gran cantidad de bienes y servicios que se
denominan en salarios mínimos. No es extraño, entonces, ver que las multas se
fijen en s.m.m o sea salarios mínimos mensuales. Las pensiones, por obra y gracia
de nuestro inolvidable Alcalde de Verdad se reajustan, sin ninguna razón
valedera, con base en el aumento del salario mínimo. La capacidad de
contratación y el monto de los contratos de obra pública que deben ser
revisados por el Contencioso Administrativo también se fijan como múltiplos del
salario mínimo.
El utilizar el salario
mínimo como una unidad de poder adquisitivo constante es un gran impedimento en
la discusión racional de un tema laboral. Esta innecesaria interferencia ha
entrabado el proceso de concertación laboral. Las conversaciones de 1992 no
pueden centrarse tanto en el poder adquisitivo del salario mínimo, pues en las circunstancias actuales los
cambios en esta variable no solo afectan la remuneración de una mano de obra no
calificada sino que conservan el poder adquisitivo de las multas y otras cosas
poco relacionadas con el mercado laboral.
El reto en el 92, y
mientras se desvincula el aumento del salario mínimo del aumento en otros
bienes y servicios, es lograr que las expectativas de inflación se acerquen lo
más posible a las metas fijadas por la Junta Directiva del Banco de la
República. La propuesta de Fedesarrollo de un 27.5 de aumento en el salario
mínimo, casi igual a la mitad del aumento en el precio de las publicaciones de esta
entidad sin ánimo de lucro, tienden a entrabar el proceso de concertación que
busca reducir el ritmo de inflación de la economía colombiana.
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