Lo más importante
ocurrido en los últimos doce meses en el campo económico es, sin lugar a dudas,
el cruel apagón que nos ha venido acompañando desde marzo.
Los Organismos
Internacionales y en especial las Naciones Unidas suelen seleccionar algunos
años con el fin de destacar a un grupo de la población. El horóscopo chino
designa los años con un nombre de animal. Los periodistas cuando escriben sus
resúmenes de fin de año escogen un evento importante para caracterizar lo más
importante de los últimos 365 días. Mil novecientos noventa y dos quedará
registrado como el «año del niño».
En efecto, lo más
importante ocurrido en los últimos doce meses en el campo económico es, sin
lugar a dudas, el cruel apagón que nos ha venido acompañando desde marzo. El
impacto en la pequeña y mediana empresa y en los hogares ha sido muy grande. El
racionamiento de energía eléctrica ha tenido impactos negativos en el nivel de
producción de muchas empresas, ha cambiado los hábitos de gran parte de los
colombianos y ha hecho sufrir a innumerables estudiantes que han tenido que
hacer sus labores escolares a la luz de una vela.
El manejo del problema
energético ha sido muy poco afortunado. En primer lugar, el gobierno pospuso la
decisión de racionar hasta muy pocos días antes de las elecciones. El análisis
de los registros históricos muestra que desde finales del año pasado era
posible prever que en 1992 habría problemas con la oferta de energía eléctrica.
En efecto, el nivel de los embalses a partir de octubre fue muy inferior al
promedio histórico. La falta de una decisión oportuna agravó considerablemente
el problema.
En segundo lugar, el
gobierno falló lamentablemente en precisar las verdaderas causas del apagón.
Comenzó con una historia sencilla en la que el único culpable era el prolongado
verano causado por el fenómeno del niño y terminó acusando a todos los
encargados del sector eléctrico en los últimos diez años. El Sector Eléctrico
de la noche a la mañana pasó de ser el mejor planeado y el mejor manejado
dentro de sector público a ser el chivo expiatorio. Con el fin de calmar la
justa protesta ciudadana, el Gobierno, el legislativo, y los organismos
fiscalizadores realizaron una cacería de brujas que terminó con la carrera
pública de distinguidos técnicos del sector eléctrico.
En tercer lugar, el
gobierno no pudo cumplir con el programa de emergencia. Las barcazas nunca
pudieron entrar en funcionamiento, las plantas térmicas siguen en muy mal
estado y el sistema sigue vulnerable a la acción de la guerrilla. Dentro de
este panorama desolador de incompetencia en el manejo de la crisis, se salva la
terminación del Proyecto Hidroeléctrico del Guavio. Lo que nuestro tropicalismo
llamó el «descalabro gerencial del siglo» y la «presa en el
aire», al final de cuentas resultó ser la verdadera solución para el
racionamiento de energía. Parece claro, entonces, que la terminación a tiempo
del Proyecto Guavio y la segunda etapa de Rio Grande hubieran evitado el
problema.
La decisión de posponer
deliberadamente la entrada del Proyecto Guavio tomada en el Gobierno anterior
fue un grave error. Si las cosas hubieran continuado dentro del cronograma
vigente al final de la Administración Betancur, se hubiera podido evitar el
grave problema que hemos vivido en el presente año. Más aún, la Empresa de
Energía de Bogotá no estaría en una situación financiera tan grave pues hubiera
podido comenzar a generar desde diciembre de 1989 y se habría ahorrado los
pagos que ha tenido que hacer al sistema interconectado en estos tres últimos
años.
Me complace sobremanera
que el Doctor Alberto Calderón y el Alcalde de Bogotá hayan podido cumplirle al
país. Les hago llegar mi sincera felicitación para ellos y para los sufridos
funcionarios de la Empresa de Energía que durante la construcción han tenido
que trabajar muchas veces en condiciones muy desfavorables.
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