Un pasivo de 470
millones de dólares, como el que tiene la ETB con sus suscriptores por concepto
de las líneas telefónicas es un grave problema que debe ser resuelto muy
pronto.
Cuando uno hace un
trasteo en Bogotá se da cuenta de lo difícil que es vivir en Colombia y de lo
fácil que es vivir en un país civilizado. Cuando uno cambia de casa o de oficina
en los Estados Unidos no tiene que estar pendiente de la correspondencia en el
período de transición, pues basta avisarle a los correos la nueva dirección
para recibir durante este lapso la correspondencia destinada a la antigua
dirección. En Colombia, por el contrario, mientras que uno avisa a los amigos y
relacionados es necesario estar pasando por la antigua dirección para recoger
el correo.
Mantener el contacto
telefónico con los amigos y relacionados es más difícil aún. A menos que uno se
mueva dentro de la misma central telefónica, el trasteo implica un proceso
kafkiano. Por una parte, debe uno buscar en el mercado líneas para la nueva
oficina, pues la Empresa rara vez tiene líneas disponibles en el sector y en el
edificio a donde uno se traslada. Por otra parte, es necesario conseguir un
cliente para que le compre las líneas de la antigua oficina o residencia. Por
el contrario, en los Estados Unidos basta avisar a la telefónica local para que se desconecte
el servicio en la antigua oficina y se conecte en la nueva.
Esta absurda
compra-venta de líneas telefónicas puede llegar a ser desesperante cuando la
ETB no hace los cambios de suscriptor solicitados. Los innumerables papeles
requeridos para este trámite desaparecen misteriosamente sin dejar rastro. El
querer arreglar estas fallas es muchas veces imposible. Si el vendedor muere o
se va del país, la línea queda en un limbo total.
La noción de que las
líneas telefónicas sean del suscriptor es, sin lugar a dudas, la causante de
todos estos problemas. Esta pequeña locura se ha venido perpetuando desde hace
mucho tiempo. Esta idea de poner un precio relativamente alto por una línea
telefónica con el fin obtener una financiación gratuita por parte de los
suscriptores pudo ser interesante en épocas en que el teléfono era un
privilegio de unos pocos. Hoy en día, cuando el invento de Bell se ha
convertido en una necesidad en cada hogar y en cada negocio la propiedad de la
línea telefónica por parte del suscriptor es un gran absurdo que entraba considerablemente
el curso de los negocios.
Más grave aún, la
magnitud de este préstamo gratuito ha llegado a niveles considerables. Cuando
hay más de un millón cien mil suscriptores en Bogotá y cuando cada línea tiene
un valor promedio de 300.000 pesos, el pasivo oculto de la ETB llega a más de
unos 330.000 millones de pesos. Un pasivo de 470 millones de dólares como el
que tiene la ETB con sus suscriptores por concepto de este préstamo forzado es
un grave problema que debe ser resuelto muy pronto.
Es evidente que la ETB
no puede comprar las líneas a sus suscriptores y que por lo tanto la viabilidad
financiera de esta Empresa Distrital depende de que se siga manteniendo la
ficción de que este inmenso aporte se debe hacer sin exigir ninguna
contraprestación. Estos casi 500 millones de dólares que ha invertido el
sufrido pueblo bogotano debería traducirse en una participación en las
ganancias. No cabe duda de que los mayores accionistas de la ETB y quienes
deberían asumir su dirección son sus suscriptores. Tarde o temprano, el valor
de las líneas debe convertirse en acciones de la telefónica local.
En sana lógica, la ETB
ya se ha privatizado pues hoy en día hay más de un millón de accionistas que
han suscrito acciones con un valor nominal de 300.000 pesos. Lo que se necesita
ahora es conseguir un socio que aporte capital y tecnología para que nuestra
sufrida urbe cuente, al fin, con el buen servicio que se merece.
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