El sorpresivo empuje de
la inversión en 1992 puede servir para ilustrar las fuerzas que afectan la
inversión.
La inversión o sea el
aumento en el acervo de capital es una de las variables de mayor interés para
los encargados de la política económica. La experiencia les ha mostrado que los
cambios en la demanda de inversión de las empresas tienen importantes
repercusiones en el nivel de actividad económica. Para muchos las grandes
crisis de una economía de mercado se relacionan con cambios en el deseo de
invertir de los empresarios.
Los padres de la
macroeconomía moderna encontraron que no era necesario entender las razones que
guiaban al sector privado en sus decisiones de inversión para hacer
recomendaciones de política que solucionaran los problemas causados por las
variaciones en la demanda de inversión. Cuando las prescripciones keynesianas
comenzaron a perder su validez los teóricos se vieron obligados a desarrollar
modelos que explicarán realmente las decisiones de inversión de las empresas.
Entre las teorías que han mostrado su utilidad hay dos que merecen ser
discutidas. La primera es la desarrollada por el Profesor Jorgenson de la
Universidad de Harvard y la segunda es la del Profesor Tobin de la Universidad
de Yale.
En el llamado modelo
neoclásico desarrollado por el Profesor Jorgenson, una de las variables claves
que explica la demanda de inversión es el costo incurrido por el empresario en
equipos y estructuras necesarios en el proceso productivo. Entre menor sea este
costo de uso del capital para un empresario, mayor será el «stock» de
capital deseado por el empresario y por lo tanto mayor serás su deseo de invertir.
De acuerdo con este
modelo gran parte de las variaciones en la inversión son un reflejo de las
variaciones del costo de uso del capital. El sorpresivo empuje de la inversión
en 1992 puede servir para ilustrar las fuerzas que afectan la inversión según
el modelo de Jorgenson. El rápido crecimiento de la inversión observado el año
pasado se explicaría entonces por una disminución importante en el costo de uso
de capital.
En primer lugar, la
apertura económica dió origen a una disminución el costo de los equipos
importados a tanto por la disminución de los aranceles como por la revaluación
del dólar. Esta disminución del costo de los equipos importados hizo más
atractiva la expansión del equipo productivo. En segundo lugar, la disminución
en las tasas de interés causada por el cambio en la política monetaria
disminuyó el costo de oportunidad del capital invertido en equipos y
estructuras. Al darse un menor costo en el uso del capital las empresas se
decidieron a invertir en equipo productivo.
La segunda teoría que
puede explicar el crecimiento acelerado de la inversión en 1992 es la
desarrollada por James Tobin ganador del Premio Nobel de Economía. Según esta
teoría, los empresarios invierten en equipos en la medida en que el costo de
reposición de los activos de una empresa sea menor que el valor en Bolsa. Por
tanto la relación entre el valor en Bolsa y el costo de reposición es un buen
indicador del deseo de invertir. Si esta relación es superior a la unidad el
empresario invierte, en caso contrario decide más bien comprar sus propias
acciones en la bolsa. Para los seguidores de Tobin, el auge en la inversión en
1992 es una consecuencia lógica del boom de la bolsa observado en los últimos
años.
La conclusión práctica
de lo anterior es bastante simple. El pesimismo de algunos críticos del proceso
de apertura sobre la posibilidad de mejorar la competitividad a través de un
proceso de modernización del aparato productivo resultó un poco infundado. Las
empresas invirtieron en nuevos equipos y consiguieron los fondos para hacerlo.
No hubo necesidad de reestructurar primero y luego hacer la apertura, sino que
el proceso mismo de la apertura, tal como lo indican las teorías de Jorgenson y
Tobin, sirve para acelerar la reestructuración.
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