La experiencia colombiana muestra que el tratar de ganarle unos pocos puntos a la inflación a costa de una revaluación de la tasa de cambio real es un gran error.
Las páginas de la revista Estrategia Económica y Financiera han sido el escenario de un interesante debate sobre los costos y beneficios de la política antiinflacionaria. Los participantes en el debate han defendido dos posiciones bastante opuestas.
Los defensores de la política gubernamental han tratado de mostrarnos que el control de la inflación es de vital importancia y que los costos que se puedan incurrir están ampliamente justificados. Los argumentos los ha expresado de manera muy clara el Presidente Gaviria La inflación afecta a todos los colombianos mientras que la devaluación sólo afecta a los exportadores.
Los críticos de la política económica aducen, básicamente, que los costos de una inflación previsible y estable son mínimos, mientras que los costos de la lucha inflacionaria son bastante claros, sobre todo cuando se utiliza la revaluación de la tasa de cambio real como el instrumento básico en la lucha contra la inflación.
En mi opinión, la posición en contra de la revaluación ha sido mejor sustentada. Los argumentos en favor de un control de la inflación a toda costa no han sido muy afortunados. Esto no debería extrañarnos. La posición académica más aceptable es que la lucha contra la inflación tiene altos costos y contados beneficios. La estrategia de una cohabitación con la inflación tan duramente criticada por el ex presidente Carlos Lleras, es bastante razonable.
Las reformas institucionales como la existencia de activos reajustables, la indexación de los impuestos a la renta y la devaluación gota a gota eliminan la mayor parte de los problemas asociados con la inflación. La inversión, el ahorro y el empleo han florecido en Colombia cuando se han hecho las políticas económicas adecuadas a pesar de una inflación cercana al veinticinco o treinta por ciento.
La experiencia colombiana muestra que el tratar de ganarle unos pocos puntos a la inflación a costa de una revaluación de la tasa de cambio real es un gran error. La actividad productiva ha sufrido considerablemente cuando se ha perdido la competitividad externa. La peor época, en términos de crecimiento se dio cuando se comenzó a utilizar la tasa de cambio como un instrumento de control inflacionario. El alto crecimiento sólo se logró recuperar con las políticas de ajuste del ministro Junguito en la segunda mitad de la Administración Betancur.
Esta experiencia exitosa de un proceso de ajuste es importante para ilustrar otro tema que ha aparecido en la controversia en la mencionada publicación. Los partidarios de la revaluación han utilizado como uno de sus principales argumentos la existencia de una tasa de cambio de equilibrio por encima de la cual la devaluación se traduce en inflación. La lógica económica y la experiencia de mediados de los ochenta muestran que la tasa de cambio real puede elevarse siempre y cuando se haga un ajuste fiscal importante.
La conclusión de todo estos es que la revaluación y el retorno de la amenaza inflacionaria recientemente experimentada es el resultado de la pérdida de control sobre el presupuesto. Las promesas electorales de los candidatos oficialistas y el deseo del partido de gobierno de mantenerse en el poder auguran un manejo fiscal muy estricto en los próximos meses.
Las páginas de la revista Estrategia Económica y Financiera han sido el escenario de un interesante debate sobre los costos y beneficios de la política antiinflacionaria. Los participantes en el debate han defendido dos posiciones bastante opuestas.
Los defensores de la política gubernamental han tratado de mostrarnos que el control de la inflación es de vital importancia y que los costos que se puedan incurrir están ampliamente justificados. Los argumentos los ha expresado de manera muy clara el Presidente Gaviria La inflación afecta a todos los colombianos mientras que la devaluación sólo afecta a los exportadores.
Los críticos de la política económica aducen, básicamente, que los costos de una inflación previsible y estable son mínimos, mientras que los costos de la lucha inflacionaria son bastante claros, sobre todo cuando se utiliza la revaluación de la tasa de cambio real como el instrumento básico en la lucha contra la inflación.
En mi opinión, la posición en contra de la revaluación ha sido mejor sustentada. Los argumentos en favor de un control de la inflación a toda costa no han sido muy afortunados. Esto no debería extrañarnos. La posición académica más aceptable es que la lucha contra la inflación tiene altos costos y contados beneficios. La estrategia de una cohabitación con la inflación tan duramente criticada por el ex presidente Carlos Lleras, es bastante razonable.
Las reformas institucionales como la existencia de activos reajustables, la indexación de los impuestos a la renta y la devaluación gota a gota eliminan la mayor parte de los problemas asociados con la inflación. La inversión, el ahorro y el empleo han florecido en Colombia cuando se han hecho las políticas económicas adecuadas a pesar de una inflación cercana al veinticinco o treinta por ciento.
La experiencia colombiana muestra que el tratar de ganarle unos pocos puntos a la inflación a costa de una revaluación de la tasa de cambio real es un gran error. La actividad productiva ha sufrido considerablemente cuando se ha perdido la competitividad externa. La peor época, en términos de crecimiento se dio cuando se comenzó a utilizar la tasa de cambio como un instrumento de control inflacionario. El alto crecimiento sólo se logró recuperar con las políticas de ajuste del ministro Junguito en la segunda mitad de la Administración Betancur.
Esta experiencia exitosa de un proceso de ajuste es importante para ilustrar otro tema que ha aparecido en la controversia en la mencionada publicación. Los partidarios de la revaluación han utilizado como uno de sus principales argumentos la existencia de una tasa de cambio de equilibrio por encima de la cual la devaluación se traduce en inflación. La lógica económica y la experiencia de mediados de los ochenta muestran que la tasa de cambio real puede elevarse siempre y cuando se haga un ajuste fiscal importante.
La conclusión de todo estos es que la revaluación y el retorno de la amenaza inflacionaria recientemente experimentada es el resultado de la pérdida de control sobre el presupuesto. Las promesas electorales de los candidatos oficialistas y el deseo del partido de gobierno de mantenerse en el poder auguran un manejo fiscal muy estricto en los próximos meses.
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