No es de extrañar,
entonces, que las facultades de economía se encuentren en la encrucijada. Los
profesores se ven tentados por salarios evidentemente superiores a los que
reciben en las Universidades.
En un debate electoral
en que las discusiones sobre temas económicos han brillado por su ausencia los
periódicos han magnificado una controversia surgida por una carta de altos
funcionarios del equipo económico al Rector de la Universidad de los Andes. Sin
entrar a calificar quien tiene la razón es importante hacer algunas reflexiones
sobre uno de los temas planteados. El país debe tomar conciencia de la
importancia que tiene el sueldo que se paga a los profesores universitarios
para lograr una universidad excelente.
Colombia ha tenido que
enfrentarse a una fuga de sus talentos. Los organismos internacionales atraen a
una fracción importante de los graduados en el exterior. Los sueldos pagados y
el ambiente que se vive en el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional,
y ahora la OEA inducen una migración importante de nuestros economistas e
ingenieros. Los cuantiosos recursos dedicados a la formación profesional de los
colombianos en el exterior terminan de esta manera al servicio de
organizaciones de carácter multilateral.
La apertura económica,
el revolcón institucional y el aumento del sueldo de los ministros disminuyeron
un poco la gran brecha existente entre los salarios en el gobierno colombiano y
los sueldos en los organismos internacionales. La fuga de cerebros se logró
contener y en algunos casos se emprendió el retorno a casa de destacados
economistas. La oferta de economistas respondió a los incentivos de precios y
el gobierno y el país pudo contar con funcionarios de mejor calidad.
Sin embargo, el aumento
en los salarios de los ministros también afecto el mercado local. Los profesionales
que laboraban en Colombia en otros sectores, también, encontraron atractivo
vincularse al gobierno y dejar las actividades en que venían desempeñándose.
Para contrarrestar la fuga de cerebros hacia el sector público muchas empresas
tuvieron que incrementar el sueldo a sus economistas. Las favorables
condiciones del mercado laboral de los economistas hizo que el salario de
enganche de estos profesionales se elevara considerablemente lo que repercutió
a su vez en un aumento en el deseo de estudiar economía. Es así como facultades
que estuvieron a punto de cerrar vieron duplicar el número de estudiantes en
pocos años.
No es de extrañar,
entonces, que las facultades de economía se encuentren en la encrucijada. Los
profesores se ven tentados por salarios evidentemente superiores a los que
reciben en las Universidades. Más aún con el aumento de la demanda por cupos en
las facultades de economía la demanda por los servicios de los profesores
estrella ha aumentado considerablemente.
Como lo enseñan los textos
básicos una reducción de la oferta, la fuga de cerebros hacia el sector
público, y un aumento en la demanda tienden inexorablemente a un aumento en el
precio y a una reducción de la cantidad demanda. Desafortunadamente, en las
universidades no es fácil aumentar el salario a los profesores de una sola
facultad. El sentido de igualdad imperante en una universidad tiende a igualar
los salarios a nivel de todas las facultades, haciendo más difícil una
respuesta rápida a las fuerzas del mercado.
Lo que debe quedar
claro del debate mencionado es que existe una gran brecha entre los salarios
que pueden ganar los economistas de alto nivel en el sector público y lo que
ganan los profesores de nuestras universidades. Las universidades tienen que
encontrar una solución a este problema si quieren contar con profesores de alto
nivel. Al país no le conviene la fuga de cerebros hacia el exterior y hacia los
sectores público y privado.
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