Todas las discusiones
serias sobre el tema ponen de manifiesto que el origen del apagón se origina en
la equivocada decisión de desacelerar los grandes proyectos de inversión.
En esta semana se
cumplió el segundo aniversario del apagón de mil novecientos noventa y dos. El
recuerdo penoso de los trece meses se revivió con el apagoncito del martes
pasado. Las dos horas de apagón revivieron para muchos los inconvenientes
vividos a lo largo de trece meses que ensombrecerán perennemente a la
administración Gaviria. Como en todos los aniversarios, la ocasión es propicia
para reflexionar sobre lo que nos enseñó tan amarga experiencia.
Todas las discusiones
serias sobre el tema ponen de manifiesto que el origen del apagón se origina en
la equivocada decisión de desacelerar los grandes proyectos de inversión. Guillermo Perry, el
primer Ministro de Minas y Energía de la Administración Barco se equivocó en
materia grave al aplazar la entrada de los principales proyectos
hidroeléctricos. Los altos costos que tuvimos que pagar por aplazamiento de los
proyectos son inmensamente superiores a los precarios beneficios que pudo
obtener el país por el cambio súbito en sus prioridades de inversión. Alterar
el ritmo de inversión de proyectos de tal complejidad nunca puede ser
considerado como un buen elemento de control macroeconómico. Es evidente que el
equilibrio macroeconómico debe lograrse a través de políticas de carácter
general sin tener que entrar a cambiar los planes de trabajo de un proyecto en
ejecución.
Un segundo error que
nos llevó a los problemas del racionamiento es haber basado el desarrollo del
sector eléctrico en proyectos hidroeléctricos. Generar energía con agua y no
con carbón puede resultar más económico en el corto plazo especialmente cuando
hay abundancia de agua. En el largo plazo, en una economía en que hay escasez
de capital y en la que hay una mayor incertidumbre en los proyectos
hidroeléctricos puede resultar contraproducente depender demasiado en la
generación basada en el agua. Los retrasos originados por problemas debidos a
las condiciones geológicas y a la alta rotación en las directivas de las
empresas pueden acabar con las ventajas relativas de los proyectos hidroeléctricos.
La comparación de los costos de la energía entre Colombia y los países que nos
compran carbón para generar muestra que los costos de la energía eléctrica en
los países que nos compran carbón suelen ser menores que los altos costos que
deben pagar los usuarios industriales y comerciales en Colombia.
El tercer error grave
en materia de política energética que llevó al apagón del 92 es haber diseñado
una política de tarifas que incentiva no solo el mal uso de este recurso escaso
por parte de los usuarios de bajos ingresos sino que incentiva el contrabando
de energía por parte de los grandes usuarios. Colombia ha abusado de los
esquemas redistributivos y los ha convertido en una de las principales causas
de la mala asignación de los recursos energéticos. El pensar que las tarifas no
tienen ningún efecto en el consumo es una de las principales causas de la mala
asignación de recursos en Colombia. Las políticas pregonadas por nuestros
populistas de turno han llevado a distorsiones de gran magnitud que han
resultado extremadamente difíciles de desmontar.
Una cuarta enseñanza de
esta dura experiencia es que el manejo de las empresas es vital. El lograr
minimizar el impacto negativo del clientelismo en las empresas es realmente
importante. El buen comportamiento de EPM y el mal comportamiento de otras
Empresas del sector se explica porque los ciudadanos del Valle de Aburrá
decidieron minimizar el influjo de los políticos y dotaron a EPM de
instrumentos que les permite operar sin tener que pasar permanentemente por el
Concejo. Las mejoras institucionales logradas con el Estatuto de Bogotá pueden
permitir que en el futuro la EEB pueda competir favorablemente con otras
ciudades y aún con el sector privado.
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