La absurdidad económica
de un servicio militar obligatorio es tan inmensa que es de los pocos temas en
que personalidades tan opuestas como los Profesores Friedman y Galbraith se han
logrado poner de acuerdo.
El jueves de la semana
pasada se llevó a cabo el esperado debate entre los dos candidatos con mayor
opción. En el primer tiempo del debate del jueves, tal como lo había sugerido
el candidato liberal, se trataron los temas económicos. Los candidatos
aprovecharon la oportunidad para presentar a los televidentes la esencia de su
propuesta económica.
Dada la limitación del
tiempo, el sufrido televidente no logró captar la validez de algunos
argumentos. Para el hombre de la calle el triunfador podría ser el que trajera
más cifras y mejores anécdotas sin lograr establecer si lo que se estaba
diciendo tenía o no un verdadero soporte.
El tratar de mostrarse
profundo citando una serie de cifras que no eran enteramente adecuadas puede
darle la aparente legitimidad a una posición enteramente equivocada. Un ejemplo
de argumento equivocado fue el traído por el Doctor Samper para atacar la
propuesta de acabar con el servicio militar obligatorio. El decir que al país
le cuesta tres y media veces más un ejercito de voluntarios que el actual
servicio militar obligatorio va en contra de la primera lección de economía. El
verdadero costo de oportunidad del actual servicio militar para la sociedad
colombiana es lo que el bachiller que es llamado a prestar el servicio militar
deja de producir y no lo que le paga el gobierno por sus servicios.
Cuánto se le paga por
ello es totalmente irrelevante desde el punto de vista de eficiencia económica.
El salario bajo lo único que hace es reducir el ingreso del bachiller y su
familia y actúa ni más ni menos como un impuesto injusto a nuestra juventud. Si
le pagamos la tercera parte del sueldo que obtendría en otro empleo, lo que
estamos es cobrándole un impuesto superior al 65 por ciento. La sociedad ha
establecido una discriminación flagrante en contra de los jóvenes colombianos pues
les cobra más de dos veces el impuesto que pagan los grandes capitalistas
colombianos.
Un bajo sueldo para los
conscriptos no solo es inequitativo sino que además es ineficiente. A nadie le
puede parecer que un país como Colombia dedique a su juventud a cuidar los
semáforos de nuestras grandes ciudades. No me queda la menor duda de que los
bachilleres que trabajan en las calles bogotanas pueden desempeñar actividades
más productivas. Tampoco me queda la menor duda de que algunas de las
actividades que realizan nuestros bachilleres en las oficinas de los comandos
son inútiles y que se realizan solo por que al gobierno no le cuesta. Aquí
parece estarse aplicando el dicho popular lo que nada nos cuesta volvámoslo
fiesta.
La absurdidad económica
de un servicio militar obligatorio es tan inmensa que es de los pocos temas en
que personalidades tan opuestas como los Profesores Friedman y Galbraith se han
logrado poner de acuerdo. Los argumentos esgrimidos por tan distinguidos
académicos influyeron para que el Congreso de los Estados Unidos acabara con el
servicio militar obligatorio el 30 de junio de 1973. Hoy como ayer recomiendo,
a todos y en especial a los asesores del candidato liberal, a releer cuatro
columnas del Profesor Friedman en Newsweek publicadas el 19 de diciembre de
1966, el 11 de marzo de 1968, el 16 de marzo de 1970 y el 11 de febrero de
1974, reproducidas como el Capítulo octavo de su libro «There’s no such
thing as a free lunch». Una lectura cuidadosa de estas páginas evitaría la
incómoda posición de aparecer profundamente equivocado citando cifras que no
vienen al caso.
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