Parece asombroso es que
el impacto regional de la apertura, que puede ser tan importante como el impacto
sectorial, no haya sido motivo de discusión.
Los economistas
interesados en el proceso de la apertura se han preocupado por los efectos que
el cambio en el modelo de desarrollo pueda tener en la estructura industrial
colombiana. Desde aún antes de la puesta en vigencia del proceso de apertura la
reconversión industrial fue objeto de amplias discusiones. Para muchos de los
analistas era necesario primero hacer el proceso de reconversión industrial aún
antes de iniciar la apertura comercial. Según estos economistas el proceso
podría ser tan salvaje que no quedaría ni el menor rastro de lo que habíamos
logrado con tanto esfuerzo.
Por su parte, los
proponentes de un proceso rápido de apertura pensaban que si se buscaba primero
fortalecer la industria para que pudiera competir era muy probable que continuáramos
con el excesivo proteccionismo pues los industriales no dedicarían sus energías
a adaptarse a la nueva situación sino que más bien encaminarían sus esfuerzos a
oponerse al proceso, logrando de paso frenar cualquier posibilidad de cambio.
Los hechos parecen
mostrar que el hacer la apertura antes de la reconversión fue una buena idea.
Los efectos benéficos de esta medida han logrado convencer a los consumidores
de las ventajas de un modelo de desarrollo orientado hacia afuera y hoy en día
son una de las principales fuerzas en contra de un regreso a épocas anteriores.
Lo que parece asombroso
es que el impacto regional de la apertura, que puede ser tan importante como el
impacto sectorial, no haya sido motivo de discusión. Por ejemplo, nunca se discutió
si antes de hacer la apertura se deberían hacer las obras necesarias para que
una determinada región pudiera competir en un mercado más abierto. La dotación
de infraestructura para que las regiones se integraran a la economía
internacional siguió su curso normal. Lo único que se hizo fue cambiar el
nombre del programa vial. Lo que en una época se llamó el Plan de Integración
Nacional se transformó en el Plan Vial de la Apertura. Como lo puede comprobar
cualquier persona que tenga la curiosidad de mirar los mapas correspondientes a
los dos planes, los proyectos incluidos en ellos son básicamente los mismos.
Por no ser de mucho
interés, el impacto espacial de la apertura no ha sido objeto de medición. El
muy meritorio esfuerzo de medir el impacto de la apertura en la industria
encomendado a la Unidad de Monitoreo del Ministerio de Desarrollo no ha tenido
su contraparte en el ámbito espacial. Afortunadamente, y como diría el Chavo
sin querer queriendo, la información del último Censo con todo y sus limitaciones
nos está dando una idea de las consecuencias espaciales de la apertura.
Si las cifras del Censo
son correctas nos estaría mostrando que ciudades como Bogotá y Cúcuta que
tuvieron crecimientos muy por encima de lo esperado han tenido impactos favorables
del proceso de apertura. La hipótesis de una importante reconversión espacial
generada por el proceso de apertura se convierte en un tema de indudable
interés.
De ser cierto que el
alto crecimiento de Bogotá se debe a que la apertura le ha favorecido sería un
evento tan difícil de predecir como el del favorable impacto de la apertura en
el sector automotor. Todos los analistas y aún los interesados en el sector
automotor creyeron que la apertura iba a acabar con nuestras ensambladoras.
Inclusive los franceses que le compraron su parte al IFI buscaron en un momento
que el gobierno les compensara por el cambio en la política.
El tema de la
reconversión espacial puede resultar tan fascinante como el de la reconversión
industrial para aquellos interesados en entender un poco más sobre las
interrelaciones entre la localización de la actividad industrial y las
políticas de comercio exterior me permito recomendarles el libro Geografía y
Comercio Internacional del Profesor Krugman en donde explora las consecuencias
de las nuevas teorías del Comercio Internacional en la localización de la
actividad económica.
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