Es necesario adoptar
una línea clara en materia de política económica.
La nueva administración
al completar sus primeros cincuenta días está tratando de comenzar a
diferenciarse de su predecesora. No solo ha hecho modificaciones al presupuesto
general de la nación buscando orientarlo hacia sus programas banderas sino que
también ha comenzado a dar reversa en muchas de las medidas adoptadas en el
gobierno Gaviria.
El cambio hasta ahora
se ha apreciado más a nivel de los medios de comunicación que en la realidad.
En los noticieros oficialistas de las nueve y media de la noche y en los
periódicos liberales de Bogotá aparecen mensajes aparentemente inspirados por
la nueva administración en que se insinúa la posibilidad de cambios en la
dirección de la política.
Por ejemplo, se
aprovecha la celebración de los cincuenta años de la ANDI para destacar, muy
merecidamente, a sus directivas y para mandar el mensaje de que el proceso de
apertura ha ido muy lejos. Cuando el público comienza a sospechar que estos
mensajes están indicando un reversazo se encuentra con artículos de destacados
Ex-Ministros que claman por una continuidad de las políticas seguidas por la
administración anterior.
Aspectos tan
importantes como la autonomía del Banco de la República aparecen como temas de
debate. A menos de tres años de haber establecido la nueva estructura del Banco
Emisor se comienza a cuestionar la conveniencia de la reforma originada en la
nueva Constitución. La posición del gobierno no es nada clara pues a veces
pareciera que busca propiciar la reforma para volver a «lo mismo que antes», mientras que en otras ocasiones
el Ministro de Hacienda aparece muy sonriente con los restantes miembros de la
Junta dando la impresión de una armoniosa relación.
La relación entre
Bogotá y el gobierno nacional tampoco es clara. Los diarios liberales y los
noticieros de la televisión nos muestran los problemas originados por la
elección popular de Alcaldes con el mensaje subliminal de que sería mejor
volver a la siutación anterior en los que los Alcaldes de las principales
ciudades eran nombrados por el mismo Presidente de la República. La nueva
administración, tal vez añorando esa época nos sorprende con el nombramiento de
una destacada ex-alcalde de la capital como consejera especial para Bogotá. El
papel de la consejería no queda muy claro a pesar de las precisiones hechas en
diferentes foros por la distinguida funcionaria quien destaca su papel como un
canal de comunicación entre la administración nacional y el Alcalde
seleccionado por voluntad popular.
Esta ambigüedad en la
línea del gobierno no es buena para la economía. No es conveniente que
comiencen a circular en los cocteles los chistes sobre si el Presidente Samper
ya se posesionó. Se necesita que la Administración adopte una línea clara y que
nos diga hasta que punto se va a cambiar el ritmo de las reformas emprendidas
por el gobierno anterior. Sería mucho mejor saber lo que se quiere hacer, que
estar en la duda de si vamos a continuar con las reformas o si lo que se
pretende es volver a las épocas tan añoradas por los habitantes de Jurassic
Park.
Deja una respuesta