La poca credibilidad que ha despertado la política económica del gobierno es, sin lugar a dudas la principal causa de los problemas que se están viviendo.
Está para cumplirse el
primer aniversario del nombramiento del actual Ministro de Hacienda y es hora
de comenzar a hacer el balance de la gestión realizada en estos doce meses. Las
noticias aparecidas recientemente en los periódicos confirman la opinión de
los críticos del Doctor Perry. El clima de los negocios se ha deteriorado de
manera tan grave que si aplicáramos el indicador R desarrollado por la famosa
revista The Economist, deberíamos concluir que nos enfrentamos a una penosa
recesión. Para los que no conocen los secretos de la medición económica, debo
aclararles que este indicador R se obtiene contando el número de veces que
aparece mencionada la palabra recesión en los medios de comunicación.
Un repaso a los
indicadores confirman de manera fehaciente el tremendo fracaso de la política
económica. Las metas de inflación parecen incumplibles. Las medidas adoptadas
por el gobierno han sido insuficientes para lograr contener la inflación. El
pacto social solo ha sido de obligatorio cumplimiento para las empresas de
servicios públicos. El grave deterioro en sus finanzas que han puesto al país
en peligro de un nuevo apagón no han servido de ejemplo para el resto de los
agentes económicos. Los maestros, médicos y los productores en general, no han
aceptado ajustar el crecimiento de sus ingresos a las metas fijadas en el Pacto
Social.
La desaceleración de la
inflación lograda ha sido mínima y de ninguna manera compensa la revaluación
del peso. Mientras que en el último año la inflación ha sido de casi un veintidós por ciento la devaluación del peso no llega ni a un cuatro por
ciento. En junio de 1994 cuando fue elegido Samper la tasa representativa era
de 842 pesos por dólar mientras que la semana pasada casi un año después la tasa
representativa era de 875 pesos por dólar. Si suponemos una inflación externa
de cuatro por ciento y le añadimos la devaluación del cuatro por ciento
tendremos que los exportadores están recibiendo hoy un ocho por ciento más que
hace un año mientras sus costos han subido un veintidós por ciento. Esta
pérdida de catorce por ciento en la competitividad externa del país contradice
las promesas hechas por el gobierno a los exportadores y explican en buena
parte el mal desempeño de la economía colombiana.
El poco control sobre
los precios y la revaluación real del peso tienen su origen en los altos
niveles del gasto público. En una economía abierta la revaluación de la moneda
y el incremento de los precios domésticos tienen su origen en un alto nivel de
gasto público. La contracción monetaria solo tiene efectos transitorios sobre
la economía pues la elevación de las tasas de interés atrae capitales que
repercuten en incrementos en la oferta monetaria y en la revaluación de la
moneda. En las economías abiertas, el incremento del gasto del gobierno termina
desplazando, tanto el gasto en inversión privada como la demanda del resto del
mundo.
La poca credibilidad
que ha despertado la política económica del gobierno es, sin lugar a dudas la
principal causa de los problemas que se están viviendo. El público está
pensando que los niveles de gasto público son incompatibles con una meta de
inflación del 18 por ciento, con una devaluación del 15 por ciento y unas tasas
de interés que permitan mantener altos niveles de inversión. La necesidad de
replantear la política económica para asegurar un crecimiento dinámico de la
economía debería ser evidente para el gobierno. Pretender desviar la discusión
hacia la autonomía del Banco Central y a la necesidad de una coordinación mayor
entre el Banco de la República no ayuda mucho. El gobierno debería poner su
casa en orden aceptando que sus deseos de gastar están muy por encima de las
posibilidades reales de la economía colombiana.
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