El fuerte impacto del acontecer político en la
economía es algo relativamente novedoso en Colombia
La incertidumbre política ha tenido efectos
devastadores en la economía. El dólar
experimentó un fuerte aumento en su valor a causa de la renuncia y posterior
detención del Ministro de Defensa Nacional.
Como bien lo han anotado varios analistas económicos, lo que no pudo
hacer el equipo económico del gobierno lo ha logrado la incertidumbre política
que vive el país. En Colombia, el freno
a la revaluación real del peso no se obtuvo mediante una política fiscal
austera sino que fue el resultado de las actuaciones del Fiscal General de la
Nación.
El fuerte impacto del acontecer político en la
economía es algo relativamente novedoso en Colombia. Por mucho tiempo, las expectativas de los
agentes económicos estaban basados en lo que acontecía en el frente
económico. El dólar subía en la medida
en la que se percibía una crisis en la balanza de pagos y bajaba cuando se
esperaba que debido a las circunstancias económicas fuera atractivo traer
capitales. La apertura de la economía y
la participación de inversionistas institucionales que valoran altamente la
estabilidad política ha cambiado de manera fundamental el funcionamiento del
mercado de capitales y del mercado cambiario.
Si Colombia quiere atraer capitales y acelerar su desarrollo no solo
debe mantener una política económica coherente sino que, además, debe garantizar
un entorno político estable.
Lo peor que puede pasarle al país es minimizar la
gravedad de la situación. No podemos
decir que este es el resultado de una conspiración fraguada en el New York Deli
de la Avenida Chile y que con una declaración del Ministro de Hacienda se va a
arreglar la situación. No debemos perder
de vista que la intervención en el mercado cambiario realizada por el Banco de
la República fue similar a lo que se tenia presupuestado para todo el año. No es lo mismo que el país pierda cincuenta
millones de sus reservas internacionales en todo el año a perder esa misma
cantidad en un solo día.
Lo que menos se debe hacer es responder con un
incremento en los controles en el mercado cambiario. La experiencia a escala mundial muestra que
los controles a la negociación de divisas son impotentes para contener una fuga
de capitales. La existencia de controles
en 1983 y 1984 no impidió que los agentes económicos sacarán más de dos mil
millones de dólares de Colombia y que llevarán a la economía al borde de una
crisis cambiaria. En las circunstancias
actuales, la manera más fácil de precipitar una crisis cambiaria seria la
implantación de controles adicionales en el mercado de las divisas. Esto se interpretaría, como el último recurso
de una administración que ha perdido el control de la economía y confirmaría
las peores expectativas sobre la economía colombiana. Todo el mundo se dedicaría a comprar dólares
disparando el precio del dólar y disminuyendo la posibilidad de perder en este
juego de apostar en contra del peso.
La actuación correcta en estos casos es adoptar
políticas económicas sanas y hacer más atractivo traer dólares a Colombia. Las restricciones impuestas en el periodo de
bonanza cambiaria que buscaban impedir la entrada de capitales deberían ser
eliminadas. No solo se mejoran los
incentives para la entrada de capitales sino que, además, en un mercado más
libre las señales son más claras y precisas.
En un mercado más transparente los desequilibrios pueden ser observados
más fácilmente y en consecuencia la intervención de las autoridades económicas
puede hacerse más rápidamente.
En las circunstancias actuales le cabe una gran
responsabilidad a nuestro Banco Central.
Las ventajas de contar con un organismo autónomo, independiente del
ejecutivo se pueden apreciar mejor en momentos de crisis. Debido a su independencia y en buena parte a
que el gobierno actual no tuvo la oportunidad de hacer nombramientos en el
Banco de la República el mercado tiene plena confianza en los encargados de la
política monetaria y cambiaria. El país
estaría en graves circunstancias si las ideas del actual gobierno se hubieran
plasmado en una Ley que hubiera limitado la independencia del Banco de la
República. La economía estaría a la
deriva en momentos como este en que se cuestiona al Presidente y a sus más
allegados. Ojalá que esta experiencia,
nos lleva a archivar, para siempre, los intentos de volver a las épocas de un superministro de Hacienda. Un país no
puede confiar en conseguir a Superman como su ministro de Hacienda pues, como
bien se sabe, a todo Superman le aparece su criptonita. Un arreglo institucional con un Banco Central
independiente es una mejor garantía de estabilidad.
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