Después de más de un año y medio de idas y venidas se ha llegado a la penosa conclusión de que el proyecto de Metrobús no es viable.
Al final de su Administración, Jaime Castro tras una muy pobre gestión en el campo del transporte urbano decidió hacer una convocatoria para una posible concesión de un sistema de un sistema de transporte masivo para la ciudad. Tal como se le advirtió en esa ocasión las posibilidades de lograr una buena alternativa eran muy pocas. En primer lugar, la decisión de utilizar los corredores férreos como elemento clave del sistema de transporte presentaba serios interrogantes tanto por la poca demanda asociada con estos corredores, como por las dificultades presentadas por la invasión de algunos de sus tramos. En segundo lugar, los elevados costos de la infraestructura unidos a un esquema de tarifas relativamente bajo hacía muy poco probable la participación del sector privado en un esquema de concesión, a menos que la Administración Distrital otorgara un apoyo sustancial para financiar la construcción de la infraestructura. Finalmente, dando claras muestras de irresponsabilidad, la Administración Distrital llamó a la convocatoria sin contar con la información adecuada y sin especificar claramente los parámetros que iban a ser tenidos en cuenta en comparación de diferentes propuestas.
Como era de esperarse, las propuestas resultaron muy diversas dificultando el proceso de análisis. A pesar de contar con asesores extranjeros altamente calificados la Administración tuvo que descartar la mayoría de las propuestas por cuanto no correspondían a sus expectativas. Como era obvio, la mayoría de los proponentes se cuidaron de ofrecer algo imposible como construir un sistema de transporte masivo cuyos costos totales pudieran ser cubiertos con el producido de las tarifas. Al final, y ante el desespero de una Administración que se había destacado por implantar medidas tan absurdas como el contraflujo, se decidió aceptar la propuesta de un Metrobus que con buses de gran capacidad operara sobre los corredores férreos y otras arterias principales.
La Administración Castro terminó con un proyecto que si bien presentaba una serie de atractivos para la ciudad, también adolecía de serias fallas. El gran tamaño de los buses hacía más onerosa la construcción de la infraestructura, complicaba la operación del sistema e impedía la integración del Metrobus con el resto del sistema del transporte masivo. Por deficiencias en el proceso mismo de la convocatoria la Administración se vio obligada a aceptar la solución que presentaba una serie grande de interrogantes. Sin lugar a dudas, si la Administración hubiera presentado una convocatoria con especificaciones más precisas, habría tenido la posibilidad de escoger entre diversas propuestas interesantes basadas en un mismo equipo, en lugar de haber tenido que comparar soluciones totalmente diferentes.
Lo sucedido desde la adjudicación no ha sido sino la confirmación de las predicciones de los expertos. El querer utilizar unos corredores férreos invadidos terminó siendo uno de los principales obstáculos. Primero fue necesario establecer un convenio entre el Distrito y Ferrovías, posteriormente fue necesario trasladar a los invasores a los nuevos sitios lo que originó disturbios en Bosa y Suba. Finalmente, los proponentes se dieron cuenta de que el proyecto no podía ser financiado bajo las condiciones acordadas, más teniendo en cuenta del interés de la Administración Samper por un sistema Metro que de llevarse a cabo haría menos atractivo el Metrobus.
Después de un año de idas y venidas ha llegado la penosa conclusión de que el proyecto Metrobus no es viable. La ciudadanía ha sido ilusionada y defraudada de nuevo. El alcalde Castro desde su dorado exilio en París debe estar reflexionando sobre las causas del fracaso y probablemente piense que todo se deba a falta de gobernabilidad del país y a la pérdida de confianza en el manejo económico, sin embargo, la realidad es clara que como repetía diariamente, el humorista Hebert Castro «se le dijo, se le advirtió, se le recomendó, pero no quiso hacer caso».
La Administración Mockus tiene que reaccionar y no se puede contentar con pasarle la cuenta de cobro a la anterior Administración. Lo primero que tiene que hacer es definir una política integrada de transporte. Debe aprovechar los estudios recientes de la Misión Japonesa para con ayuda de expertos colombianos formular un plan de acción inmediato que comience a darle solución a los problemas concretos que tienen que sufrir los bogotanos todos los días. Debe aprovechar también el Proyecto de Transporte con el Banco Mundial para definir acciones importantes en el sistema de troncales y en pavimentación y construcción de nuevas vías. Tarde o temprano el alcalde Mockus tiene que reconocer que el sistema de transporte por buses requiere de un ordenamiento institucional diferente con una restructuración del sistema de rutas. Es el momento para que la nueva administración asuma una posición de liderazgo y comience a recuperar el tiempo perdido.
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