El lunes de esta semana El Tiempo convocó a distinguidas personalidades para que plantearan sus propuestas para salir de la actual recesión. En el Foro participaron tres de los mayores empresarios, tres voceros de los gremios, el Ministro de Hacienda y Salomón Kalmanovitz uno de los cinco codirectores del Banco de la República. Aunque los representantes del sector privado ampliaron el alcance de su presentación para cubrir temas de mediano plazo relacionados con el desarrollo del país, se pudo llegar a tener una visión tanto de las causas como de las posibles soluciones de la actual crisis.
Quedó claro que la recesión se originó en medidas de política económica de índole coyuntural. Se enterró la noción de que estábamos viviendo las consecuencias del cambio de modelo económico. Los representantes del sector público reconocieron que la recesión fue la consecuencia lógica del aterrizaje forzoso de una economía que estaba creciendo por encima de sus posibilidades. Si bien hubo acuerdo sobre el recalentamiento de la economía, no se pudo lograr un consenso sobre si el límite máximo de crecimiento de la economía colombiana es, hoy en día, el cuatro o el cinco por ciento. El Ministro de Hacienda mencionó en su presentación que probablemente el haber creído que la economía podía crecer al cinco por ciento sin recalentarse había sido una de las razones para que no se hubieran tomado las medidas con la debida anticipación.
Aunque durante el debate no se tocó el tema, un observador desprevenido se hubiera dado cuenta que la falta de coordinación entre el Banco de la República y el Gobierno ha llevado a la economía a una situación económica más desfavorable. Es claro que si tanto el gobierno como el Banco de la República trabajan armoniosamente en frenar la economía pueden hacerlo a un costo muy inferior al que se tiene que pagar cuando uno, el gobierno, quiere acelerar, mientras que el otro, el Banco de la República quiere frenar.
En el Foro se logró un consenso en que la revaluación de la tasa de cambio era la principal causa de la recesión. Para la mayoría de los participantes, la revaluación del peso se originó en una entrada de capitales que dieron lugar a un exceso de divisas que condujeron a una disminución en el valor del dólar. Según los participantes en el foro, el diferencial entre las altas tasas de interés internas y las externas, la financiación del déficit del gobierno con crédito externo, las compras de bancos, las privatizaciones y la monetización de los excedentes petroleros contribuyeron al exceso de divisas y a la revaluación del peso.
La falta de credibilidad en el gobierno se mencionó, repetidamente, como otra de las causas de la recesión. El desaliento con la situación del país se ha venido manifestando desde hace bastante tiempo. Desde el segundo trimestre de 1995 las decisiones de inversión se encuentran en el congelador. Los industriales archivaron sus proyectos de inversión hace más de dos años y posteriormente congelaron sus nóminas. Los altos costos laborales unidos a la falta de confianza en el gobierno ha mantenido congelada la nómina del sector privado mientras que el gobierno cede a las presiones de los sindicatos oficiales. Cada nueva concesión del gobierno a los sindicatos oficiales aumenta el déficit fiscal, empuja al alza las tasas de interés y reduce la demanda de trabajo por parte del sector privado, aleja cada vez más la posibilidad de una reactivación y afecta adversamente la credibilidad en el Ministro de Hacienda.
A partir del análisis anterior, parece claro que la primera prioridad debe ser evitar una revaluación de la tasa de cambio y buscar una devaluación real que aumente la competitividad de la economía. Los excedentes petroleros y del producto de las privatizaciones deben mantenerse en el exterior evitando un posible impacto en el mercado cambiario. La reducción del déficit fiscal y la generación de un superávit fiscal para compensar el impacto de la bonanza petrolera es una medida que tarde o temprano debe tomarse para evitar incurrir en la ten temida enfermedad holandesa. El gobierno y el Banco de la República deben actuar de manera concertada para poder lograr el ajuste al menor costo. Si el endeudamiento externo público o privado aumenta en forma excesiva y con esto se revalúa el peso es por que la política macroeconómica ha hecho más atractivo endeudarse en el exterior. No es lógico tratar de distinguir, como lo hizo el Ministro de Hacienda entre el uno y el otro, asignando el papel de malo de la película al sector privado. El aumento del endeudamiento no es sino la respuesta lógica a unas condiciones creadas por las autoridades económicas. El revertir estas medidas es lo que hay que hacer. Si el endeudamiento en Colombia se vuelve atractivo, el sector privado reducirá su endeudamiento externo y contribuirá de esta manera a reducir la presión sobre el peso.
La recuperación de la credibilidad es algo mucho más difícil de alcanzar. Las actuaciones del gobierno en materia económica son vistas con gran desconfianza por el público. La tendencia natural de un gobierno al optimismo ha sido exagerada en esta Administración. El público ya no cree en lo que le dicen. Los analistas económicos ya no se creen el cuento de que Colombia es un ejemplo para imitar en América Latina. Las tasas de crecimiento son más bajas que en el resto del continente, la inflación es de las más altas y el desempleo está llegando a niveles preocupantes. Mientras no reconozcamos que el ajuste necesario en la economía es penoso y que debemos tener el valor de pagar su costo, cualquier reactivación será transitoria. Lo peor que le podría pasara a la economía colombiana es que se reactivará la economía artificialmente en esta época electoral y que le quedará como herencia a la próxima administración una economía totalmente descuadernada.
Quedó claro que la recesión se originó en medidas de política económica de índole coyuntural. Se enterró la noción de que estábamos viviendo las consecuencias del cambio de modelo económico. Los representantes del sector público reconocieron que la recesión fue la consecuencia lógica del aterrizaje forzoso de una economía que estaba creciendo por encima de sus posibilidades. Si bien hubo acuerdo sobre el recalentamiento de la economía, no se pudo lograr un consenso sobre si el límite máximo de crecimiento de la economía colombiana es, hoy en día, el cuatro o el cinco por ciento. El Ministro de Hacienda mencionó en su presentación que probablemente el haber creído que la economía podía crecer al cinco por ciento sin recalentarse había sido una de las razones para que no se hubieran tomado las medidas con la debida anticipación.
Aunque durante el debate no se tocó el tema, un observador desprevenido se hubiera dado cuenta que la falta de coordinación entre el Banco de la República y el Gobierno ha llevado a la economía a una situación económica más desfavorable. Es claro que si tanto el gobierno como el Banco de la República trabajan armoniosamente en frenar la economía pueden hacerlo a un costo muy inferior al que se tiene que pagar cuando uno, el gobierno, quiere acelerar, mientras que el otro, el Banco de la República quiere frenar.
En el Foro se logró un consenso en que la revaluación de la tasa de cambio era la principal causa de la recesión. Para la mayoría de los participantes, la revaluación del peso se originó en una entrada de capitales que dieron lugar a un exceso de divisas que condujeron a una disminución en el valor del dólar. Según los participantes en el foro, el diferencial entre las altas tasas de interés internas y las externas, la financiación del déficit del gobierno con crédito externo, las compras de bancos, las privatizaciones y la monetización de los excedentes petroleros contribuyeron al exceso de divisas y a la revaluación del peso.
La falta de credibilidad en el gobierno se mencionó, repetidamente, como otra de las causas de la recesión. El desaliento con la situación del país se ha venido manifestando desde hace bastante tiempo. Desde el segundo trimestre de 1995 las decisiones de inversión se encuentran en el congelador. Los industriales archivaron sus proyectos de inversión hace más de dos años y posteriormente congelaron sus nóminas. Los altos costos laborales unidos a la falta de confianza en el gobierno ha mantenido congelada la nómina del sector privado mientras que el gobierno cede a las presiones de los sindicatos oficiales. Cada nueva concesión del gobierno a los sindicatos oficiales aumenta el déficit fiscal, empuja al alza las tasas de interés y reduce la demanda de trabajo por parte del sector privado, aleja cada vez más la posibilidad de una reactivación y afecta adversamente la credibilidad en el Ministro de Hacienda.
A partir del análisis anterior, parece claro que la primera prioridad debe ser evitar una revaluación de la tasa de cambio y buscar una devaluación real que aumente la competitividad de la economía. Los excedentes petroleros y del producto de las privatizaciones deben mantenerse en el exterior evitando un posible impacto en el mercado cambiario. La reducción del déficit fiscal y la generación de un superávit fiscal para compensar el impacto de la bonanza petrolera es una medida que tarde o temprano debe tomarse para evitar incurrir en la ten temida enfermedad holandesa. El gobierno y el Banco de la República deben actuar de manera concertada para poder lograr el ajuste al menor costo. Si el endeudamiento externo público o privado aumenta en forma excesiva y con esto se revalúa el peso es por que la política macroeconómica ha hecho más atractivo endeudarse en el exterior. No es lógico tratar de distinguir, como lo hizo el Ministro de Hacienda entre el uno y el otro, asignando el papel de malo de la película al sector privado. El aumento del endeudamiento no es sino la respuesta lógica a unas condiciones creadas por las autoridades económicas. El revertir estas medidas es lo que hay que hacer. Si el endeudamiento en Colombia se vuelve atractivo, el sector privado reducirá su endeudamiento externo y contribuirá de esta manera a reducir la presión sobre el peso.
La recuperación de la credibilidad es algo mucho más difícil de alcanzar. Las actuaciones del gobierno en materia económica son vistas con gran desconfianza por el público. La tendencia natural de un gobierno al optimismo ha sido exagerada en esta Administración. El público ya no cree en lo que le dicen. Los analistas económicos ya no se creen el cuento de que Colombia es un ejemplo para imitar en América Latina. Las tasas de crecimiento son más bajas que en el resto del continente, la inflación es de las más altas y el desempleo está llegando a niveles preocupantes. Mientras no reconozcamos que el ajuste necesario en la economía es penoso y que debemos tener el valor de pagar su costo, cualquier reactivación será transitoria. Lo peor que le podría pasara a la economía colombiana es que se reactivará la economía artificialmente en esta época electoral y que le quedará como herencia a la próxima administración una economía totalmente descuadernada.
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