El cambio en las reglas
de juego del sector cafetero, introducido por la suspensión del Acuerdo Mundial
del Café, permite hacer unas observaciones elementales sobre la economía de
nuestro principal producto de exportación. Más específicamente, nos referiremos
a la decisión de vender café de las existencias acumuladas y a la conveniencia
de mantener una diferencia entre el precio externo y el precio interno.
El número de sacos que
se deben exportar es un tema que suscita la opinión de muchos comentaristas.
Muchos de ellos aceptan la idea expresada en la Columna del Café. [1]
«Hoy día, se hace necesario darle un tratamiento distinto a los
inventarios. En primer término, se debe aprovechar la libertad de mercado y la
demanda existente por nuestra calidad para descargar éstos». Este
enunciado, aunque puede parecer acertado, no resiste un análisis detallado.
Está dejando de lado que, en este tipo de decisiones, el vendedor debe tener en
cuenta que la cantidad demandada de café, como la de otros artículos, está
afectada por el precio al cual se vende.
Evidentemente, en cada
caso específico es necesario contar con información sobre el comportamiento de
la demanda con relación al precio. Este conocimiento empírico se puede resumir
en lo que técnicamente se llama la elasticidad de la demanda con relación al
precio: el cambio porcentual en la cantidad demandada como respuesta a un
cambio porcentual en el precio. [2] Si la
elasticidad de la demanda en valor absoluto es menor que 1, los ingresos
recibidos al ofrecer una cantidad mayor a un precio menor, son menores que los
recibidos inicialmente. Por el contrario, si la elasticidad de la demanda, en
valor absoluto, es mayor que 1, los ingresos serían mayores con un precio
menor. Por ejemplo, si la elasticidad de la demanda fuera igual a 2, se tendría
que la disminución del precio en 10% se compensaría con el aumento generado del
20% en la cantidad demandada.
Por otra parte, en la
medida en que el artículo analizado no tenga
posibles substitutos, es posible pensar que la demanda no se verá
afectada por el precio y, por lo tanto, la elasticidad de la demanda será baja.
Aún más, la demanda de los bienes de mejor calidad tienden a ser menos
sensibles a los precios que los bienes de consumo popular. El Mercedes Benz
tiene una demanda menos sensible al precio que el carro popular; los
apartamentos en Park Avenue, la Costa Azul, Cartagena, tienen una demanda menos
elástica (elasticidad más baja) que los apartamentos populares en Bogotá.
Las políticas de
comercialización de los productos también dan una indicación de la sensibilidad
de la demanda con respecto al precio. Los productos con demandas poco
elásticas, por regla general, usan bastante propaganda y no compiten en precio.
Más aún, para la comercialización de estos productos de baja elasticidad, se
forman asociaciones de productores o carteles para lograr restricciones en las
cantidades vendidas y lograr mejores condiciones para los productores.
Al analizar el café, la
existencia de una asociación de
productores y un esfuerzo de promoción y propaganda bastante grande, permiten
inferir que su demanda no parece ser muy elástica. Si además, analizamos el
caso específico del café colombiano, podríamos concluir que por ser el producto
de mejor calidad, tendría una elasticidad menor que la del resto de las otras
variedades.
Estas inferencias están
además confirmadas por un estudio del Banco Inter-Americano de Desarrollo. Al
analizar los diferentes productos agropecuarios se encuentra que el café
colombiano tiene una demanda inelástica y que, por consiguiente, la política
recomendada por la mayoría de los comentaristas sería nociva para el país pues
se reducirían los ingresos de importación.
Una segunda oportunidad
de aplicar el análisis económico en el caso del café se presenta al considerar
la decisión de eliminar los impuestos al grano. El estudio de la teoría del
comercio internacional nos muestra que en casos en los que el país puede
ejercer influencia sobre el precio de su
producto de exportación, debe definir un impuesto para lograr capturar así los
beneficios de su posición monopolista. De otra manera, los beneficios serían
capturados por importadores o productores.
Estos beneficios pueden
canalizarse a través de un impuesto en especie, un impuesto monetario, una tasa
diferencial de cambio por debajo de la del resto de productos o mediante una combinación de estos. En el caso
del café se ha apelado a estas medidas, ocultando un poco la razón principal de
su existencia. Sin embargo, debe anotarse que desde el punto de vista
económico, la principal razón para
gravar el café, y no otros artículos, es la de explotar la importante posición
de Colombia en el mercado cafetero. Otras razones como las de estabilizar el
ingreso cafetero, tienen un respaldo teórico menos sólido y están basadas en un
sentimiento paternalista, al suponer que los productores no son capaces de
utilizar eficientemente sus ingresos altos, guardando ahorros para la época de
las vacas flacas.
Independientemente de
si el precio es alto o bajo, es importante mantener una diferencia entre el
precio pagado por el consumidor extranjero y el pagado al productor
colombiano. Dada la importancia del país
en el mercado, debe procurarse que el ingreso generado por este diferencial
vaya a manos del gobierno y no quede en otros bolsillos.
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