La puesta en marcha del
Bus Ejecutivo se ha constituido en una de las novedades más importantes
ocurridas en el transporte urbano en Bogotá. Por primera vez los
transportadores particulares han invertido en buses que ofrecen un relativo
grado de confort y que presentan algunas características similares a las de los
vehículos de servicio público de países avanzados. Es más sorprendente aún que
en estos vehículos todos los pasajeros viajen sentados. Esto constituye un gran
avance en opinión de los que han venido criticando el sistema de transporte
público de Colombia por el alto grado de ocupación de los vehículos y por el
reducido tamaño del bus. Para otros bogotanos de viejo cuño, el bus ejecutivo
les recuerda aquella época (comienzos de los cincuentas) en que el viaje en bus
era agradable, se recogían pasajeros únicamente en los paraderos autorizados y
todos viajaban cómodamente sentados.
Dentro de una
perspectiva económica, el auge de este tipo de vehículos se explica por
características tanto de oferta como de demanda. Por el lado de la oferta, es
claro que cuando el transportador privado está dispuesto a invertir libremente
en un tipo dado de vehículo, es porque encuentra una buena rentabilidad para su
inversión. Puede entonces decirse que el nivel de tarifas fijado para los buses
ejecutivo y superejecutivo están dando una señal clara al inversionista de que
el transporte público es rentable.
El haber permitido que
los particulares entraran en las líneas ejecutivas parece haber sido una buena
decisión, pues ha permitido una rápida expansión de este servicio. La empresa
oficial, que durante mucho tiempo tuvo la exclusividad del servicio ejecutivo,
se mostró incapaz de ampliar el servicio al ritmo que demandaba la ciudad. Los
costos operativos de la EDTU y su bajo porcentaje de buses en servicio
impidieron una expansión del servicio y contribuyeron a su deterioro. El
contraste visual entre los buses de la EDTU y los de las empresas particulares
es hoy en día bastante marcado. Adicionalmente, la EDTU no pudo poner a
funcionar los vehículos que compró a finales de los setenta y tuvo que
entregarlos al Grupo Cafetero para atender las obligaciones adquiridas.
No se debe olvidar, sin
embargo, que para mantener un buen servicio de transporte debe ofrecerse una
amplia gama de opciones, pues la demanda de transporte es muy variada. El
sistema tarifario debe ser lo suficientemente atractivo para que los
transportadores realicen inversiones en todos los distintos tipos de vehículo.
Con el «boom» del ejecutivo parece estar repitiéndose lo que un ex-gerente del Incora podría denominar el
síndrome del vehículo estrella. En Colombia, con frecuencia, las tarifas han
favorecido marcadamente la rentabilidad de un determinado tipo de vehículo y,
en consecuencia, éste atrae todas las inversiones.
Otra de las razones del
lado de la oferta, que explica en gran parte el auge del ejecutivo, es la
existencia de restricciones impuestas a la entrada de vehículos pequeños. Las
autoridades, con argumentos de mejor utilización del espacio vial y aumento en
la seguridad, han prohibido la entrada de nuevas busetas al parque automotor
dando de esta manera una ventaja al vehículo más grande. Si bien estos
argumentos en contra de las busetas pueden parecer razonables, debe recordarse
que el transporte de Buenos Aires, considerado como uno de los más eficientes
del mundo, se presta con vehículos muy similares a nuestros buses y busetas. La
organización del transporte, basado en asociaciones de rutas, ha permitido el
control de los despachos y ha evitado el guerreo operante en Bogotá.
Por el lado de la
demanda, es indudable que el gran éxito del bus ejecutivo se explica por su velocidad
de crucero y por su comodidad. Si se toma el tiempo gastado desde el momento de
abordar hasta el momento de bajarse del vehículo, se observa que realmente no
hay gran diferencia entre un bus ejecutivo en la carrera séptima, y un carro
particular, básicamente por el reducido número de paradas. Esta mayor velocidad
del bus ejecutivo lo convierte en una buena alternativa para algunos usuarios
del carro particular. Para aquellos
afortunados que viven cerca a una terminal y que van a un destino cerca a un
paradero del bus, la decisión se inclina hacia el bus ejecutivo pues su tiempo
de viaje en carro y en bus ejecutivo es muy similar. En este caso la gran
ventaja del carro particular, con su servicio puerta a puerta, sobre el bus
ejecutivo, se reduce considerablemente pues el tiempo de acceso y egreso es muy
parecido tanto en carro como en bus.
Para los viajeros de
larga distancia, el viaje en ejecutivo se vuelve atractivo pues las
dificultades generadas por mayores tiempos para tomar el bus y para llegar a su
destino se ven compensados con el tiempo que se ahorra dentro del vehículo.
Como consecuencia de lo anterior, es posible suponer que los viajeros de larga
distancia utilicen el ejecutivo, mientras que los viajeros de corta distancia
viajen en otros vehículos públicos o en su carro. Esta selección por distancia
tiene como consecuencia una disminución considerable en el tiempo dedicado a
subir y bajar del vehículo, lo que contribuye a un aumento importante en la
velocidad de crucero.
La otra característica
importante del ejecutivo es la comodidad que ofrece el no llevar pasajeros de
pie, lujo que usualmente no se pueden dar los pobres. El transporte ejecutivo
obviamente va a ser preferido por gente que tenga como pagar por la comodidad
que ofrece. Este servicio no solo es utilizado por los ejecutivos sino por
estudiantes que valoran la comodidad y la seguridad que ofrece el servicio.
Es evidente que la
comodidad y la velocidad están íntimamente relacionadas. En la medida en que el
grado de ocupación del vehículo es bajo, el número de paradas disminuye, lo que
permite mantener velocidades comparables con los carros particulares.
El análisis anterior
mostró que existen fuerzas tanto del lado de la oferta como de la demanda que
explican en gran parte el auge del transporte ejecutivo. Evidentemente, la
situación mejora cuando las fuerzas del mercado operan y ofrecen un nuevo
servicio que es valorado tanto por los consumidores como por los productores.
Sin embargo, este avance en la solución del transporte puede estar ocultando
algunos problemas. Como ya se mencionó, para que se pueda hablar de una
verdadera solución es necesario que se mantenga una gama amplia de opciones.
Las tarifas deben incentivar la inversión en todos los vehículos de servicio
público y no deben favorecer a uno determinado. Por otro lado, es necesario
aumentar la demanda por el transporte público desincentivando el uso del
vehículo particular. Hasta ahora, el gobierno se ha preocupado por mantener un
alto costo para la posesión del vehículo, pero ha contribuido a un bajo costo
de operación. Para que el transporte público tenga un mayor atractivo será
necesario cambiar los impuestos a la propiedad por cargos al uso del vehículo.
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