Desde el punto de vista
práctico, el mejor modelo no es que el tiene unas hipótesis más realistas sino
el que logra predecir los eventos futuros con mayor precisión.
Recientemente han
salido publicados los primeros libros sobre la apertura económica. Entre ellos
se destacan dos publicaciones de Fedesarrollo y Tercer Mundo con títulos muy
parecidos. Los libros Apertura y Modernización: las reformas de los noventa y
Apertura y Crecimiento: El reto de los noventa presentan el esfuerzo conjunto
de dos instituciones muy vinculadas a los temas económicos. El primero de los
libros citados está dedicado a hacer una recopilación de las reformas hechas
por la presente administración mientras que el segundo presenta una descripción
de tres modelos de la economía colombiana que sirven para analizar los posibles
efectos de la apertura.
Estos dos libros aunque
hechos por el mismo grupo de personas son radicalmente diferentes. Mientras que
el primero presenta muy claramente los cambios hechos en la legislación
colombiana y le presta un buen servicio al público interesado en los temas
económicos, el segundo deja al lector común bastante confundido. Los que
compren el libro Apertura y Crecimiento: el reto de los noventa, creyendo que van a encontrar una
fácil explicación de lo que nos espera en el futuro les va ocurrir muy
probablemente lo que le ha ocurrido a distinguidos economistas no académicos
que han comprado el libro Fundamentos del Análisis Económico creyendo que iban
a encontrar una versión resumida del magnífico libro de principios del Profesor
Samuelson.
Si uno se repone del
choque que le causa el abrir un libro lleno de ecuaciones y cuadros y comienza
a leer con cuidado la presentación de los modelos y sus resultados se puede dar
cuenta que cualquier parecido entre los tres modelos es pura coincidencia. Los
resultados son tan diferentes como eran las opiniones de los integrantes del
equipo económico del gobierno. La pelea entre Hommes y Samper vuelve a surgir
pero esta vez los antagonistas son por una parte Carlos Caballero, Manuel
Ramírez y Ana María Rodríguez y por la otra Eduardo Lora, José Antonio Ocampo y
Leonardo Villar.
Ante esta divergencia
en los resultados uno podría pensar que la divergencia entre los integrantes
del equipo económico era más bien una consecuencia de que existían dos modelos
igualmente atractivos y que cada bando había escogido uno de ellos. El cínico
podría pensar que más bien la existencia de dos modelos que producen resultados
diferentes se debe a que hay dos visiones del mundo totalmente diferentes. Para
los cepalinos la apertura es sinónimo de desempleo, recesión y todos los otros
males mientras que para los aperturistas la manera de salir del desarrollo es
inyectando a la economía la competencia con el exterior para que sobrevivan los
más eficientes.
Infortunadamente, el
lector común no puede discernir de la presentación de los modelos y de sus
resultados si realmente los supuestos que tienen cada uno de ellos están
llevando indefectiblemente a un resultado más o menos de acuerdo con la visión
del mundo que tienen los investigadores que han desarrollado los modelos.
Aunque se pudiera dedicar un esfuerzo considerable a profundizar sobre la
estructura de los modelos para encontrar cual de ellos es más realista, en sus
suposiciones y en su visión del mundo no pareciera que fuera muy útil este
ejercicio. Desde el punto de vista práctico, el mejor modelo no es que el tiene
unas hipótesis más realistas sino el que logra predecir los eventos futuros con
mayor precisión.
Mientras llegamos al
otro siglo y analizamos cual de los modelos tuvo más éxitos en la predicción de
los efectos de la apertura podríamos comparar los resultados de las predicciones
de los modelos con los resultados obtenidos en otras partes. Para este efecto
es invaluable utilizar los resultados de la investigación del Banco Mundial
para 36 experiencias de liberalización en 19 países del mundo.
Comparando de los
hallazgos de la investigación del Banco Mundial con los resultados de los
modelos, se puede decir que el Modelo de Equilibrio General de FEDESARROLLO no
reproduce lo que se ha observado en otras experiencias de liberalización. Por
ejemplo, a diferencia de lo que predice el modelo de equilibrio general de
FEDESARROLLO la liberalización no ha generado mayor desempleo.
Desafortunadamente,
esta discrepancia en los modelos y entre los pronósticos y la realidad dejan la
duda de si el utilizar los resultados de los modelos como testimonio para
juzgar la bondad de una política es algo exagerado. Esperamos que los
investigadores sigan trabajando en el desarrollo de sus modelos para poder
algún día utilizar con entera confianza sus resultados en los debates de
política económica.
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