La coyuntura económica hoy en día es mucho más complicada de lo que era al comenzar el actual gobierno.
Luis Guillermo Soto
solía contar la historia de un lisiado que había hecho la promesa de subir a
Monserrate con la esperanza de que le hicieran el milagrito de sanarlo. Un buen
día emprendió su penoso ascenso con la mala fortuna de que cuando iba a llegar
a la cima perdió el equilibrio rodando hasta la estación del funicular.
Obviamente, cuando intentó levantarse su situación era lamentable. En ese
momento le pidió al Señor de Monserrate que por favor lo dejará como estaba
antes.
El cuento del
Presidente de Ahorramás toma vigencia en estos momentos en que las políticas de
estabilización del gobierno no han tenido mucho éxito. La coyuntura económica
hoy en día es mucho más complicada de lo que era al comenzar el actual
gobierno. En efecto, si tuviéramos que pedir un milagro, no sería en este
momento el poder terminar el año con la meta del 22 por ciento de inflación
sino más bien quedar como estábamos al comienzo del año.
Cuando comenzó el plan
de estabilización, se podía palpar un clima favorable a la apertura económica.
Hoy en día, por el contrario, los exportadores se encuentran pasando por una
situación extremadamente difícil. Las empresas dedicadas a la exportación que
comenzaban a ser rentables están hoy mostrando balances del color que tanto le
gustaba al Doctor Barco. Las empresas que compiten con las importaciones están
próximas a una crisis. Muy pronto se va a abrir la compuerta de las
importaciones con aranceles bajos y con un peso revaluado. La posibilidad de
supervivencia ofrecida por una alta tasa de cambio ha desaparecido en estos
momentos como consecuencia de medidas extremas para controlar la inflación.
El crédito se ha encarecido y las empresas se
encuentran asfixiadas por los altos costos del crédito. Las cuentas de los
contratistas y proveedores del gobierno han aumentado hasta niveles imposibles
de sostener. Las charlas de los ingenieros siempre caen en el tema de las
cuentas que no les han pagado en el Ministerio y en las Empresas de Servicios
Públicos.
El ajuste en el frente
fiscal se ha sacrificado en parte para limitar el crecimiento de los precios.
La gasolina sigue siendo barata en Colombia. Por el contrario, el café que
tradicionalmente era el producto en el que teníamos una clara ventaja
comparativa y al que podíamos gravar, tiene que ser subsidiado. Las finanzas
del Fondo Nacional del Café están peor que las de las Empresas de Servicios
Públicos.
El dejarnos como
estábamos no va a ser fácil. Como lo pudimos comprobar la última vez que se usó
el encaje marginal del cien por ciento, en el Gobierno de López, el
desmontarlo es mucho más difícil que el ponerlo en funcionamiento. Eliminar las
restricciones monetarias no es sencillo. Si en estos momentos se abre la llave
del crédito, los recursos se utilizarían para financiar una fuga masiva de
capitales.
Para el bien del país,
esperamos que ahora que han entrado tan destacados economistas a la Junta del
Banco de la República la política económica sea más exitosa.
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