Si Bogotá por razón de su crisis financiera, tuviera que vender la
ETB, recibiría menos dólares de lo que le correspondería en un regimen normal
de impuesto a la renta.
La privatización de Telecom ha sido objeto de fuertes críticas por la
manera tan poco profesional como se está manejando. Al Ministro de
Comunicaciones le tocó conjugar el temido verbo renunciar dando un ejemplo que
debería ser seguido por los funcionarios del actual gobierno a quienes la
suerte no los ha acompañado en su gestión.
El setenta y cinco por ciento de impuesto a la Renta, es una mala
decisión por muchas razones. Poner un impuesto tan alto no mejora el mal comportamiento de un monopolista. La lógica
económica enseña que las decisiones de una firma que maximiza ganancias es
idéntica a la firma que maximiza el 25 por ciento de sus ganancias. Por tanto,
la definición de la escala de producción se hace independientemente de la
tarifa del impuesto a la renta. En los cursos de principios y de microeconomía
se ilustra algo que los encargados de las decisiones tienden a olvidar. El
problema del monopolio no es tener ganancias excesivas sino más bien producir
una cantidad menor de la que es socialmente deseable. Por tanto, el problema no
se soluciona mediante un aumento en el impuesto a la renta sino haciendo que el
monopolista opere en el punto en que el precio sea igual al costo marginal.
En segundo lugar, no debe olvidarse que entre mayor sea el impuesto a la renta menor será
lo que está dispuesto a pagar un inversionista privado. En el caso extremo, en
el que se pusiera un impuesto del ciento por ciento, nadie en su sano juicio
estaría dispuesto a pagar un centavo por una empresa que se pone en venta. El
impuesto alto es la mejor manera de bajar el valor de una empresa que se va a
vender. Unos cálculos sencillos muestran que un inversionista interesado en una
Empresa a la que se le cobra un 75% de impuesto, ofrecerá únicamente el 36 por
ciento de lo que ofrecería por una Empresa con el impuesto normal del 30 por
ciento.
Las telefónicas locales lograrán menos ingresos entre mayor sea el
impuesto a la renta; el impuesto del 75 por ciento, en efecto les quita un 64
por ciento del valor de su patrimonio. Si la ETB puede valer 2.000 millones de
dólares con un impuesto del 30 por ciento, con un impuesto del 75 su valor se
reduciría a apenas 700 millones de dólares. Si Bogotá por razón de su crisis
financiera, tuviera que vender la ETB recibiría 1300 millones de dólares menos
de lo que le correspondería en un regimen normal de impuesto a la renta.
El caso de una Empresa de propiedad de la Nación es menos malo. Si
bien, con el impuesto a la renta el tesoro nacional va a recibir un poco más de
la tercera parte de su valor comercial, le queda el consuelo de que en el
futuro tendrá los ingresos correspondientes al impuesto a la renta. En estas
circunstancias, el poner impuestos altos es ni más ni menos equivalente a
hacerle un préstamo sin intereses al futuro dueño, pues este tendría que poner
únicamente el 36 por ciento, y el otro 64 por ciento del valor se pagaría en
cómodas cuotas anuales sin intereses.
Pero más grave aún, el poner un impuesto tan alto tiene un efecto
pernicioso sobre las inversiones futuras. Las empresas tratarán de invertir
hasta que su rentabilidad, después de impuestos, sea igual a la rentabilidad en
otro tipo de negocios. Por tanto, debido a las altas tasas tributarias habrá
una subinversión en el sector de las telecomunicaciones. Esto es totalmente
contrario al objetivo que se ha buscado para la privatización de la
telecomunicación. Se ha afirmado, que se busca la participación del sector
privado porque el gobierno no tiene la capacidad de invertir pues debe atender
necesidades crecientes en el campo social. Desafortunadamente, con una tasa del
75 por ciento los nuevos dueños, con toda seguridad, invertirán mucho menos que
lo que está invirtiendo TELECOM.
La privatización planteada, por tanto, no es la solución que requiere
un país retrasado tecnológicamente. La actitud demagógica de poner altas tasas
de impuestos para calmar a los opositores de la privatización, equivaldrá a
matar la gallina de los huevos de oro.
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