Ante el inminente
llenado del embalse monetario para contener el flujo de divisas, es hora de
comenzar a pensar en la forma en que se debe manejar el crecimiento de los
medios de pago.
Con la entrada del
verano ha comenzado a disminuir el nivel de los embalses. Los periódicos, al
lado de las cotizaciones de la bolsa, han venido presentando el estado de los
embalses. El ciudadano ya sabe cuánto sube el dólar, cuánto sube o baja el
Dow-Jones y como suben o bajan los niveles de los embalses.
Mientras se desocupan
los embalses del sistema eléctrico se ha comenzado a llenar peligrosamente el
embalse que inauguró la Junta Directiva del Banco de la República el año
pasado. En efecto, en octubre del año pasado, con el fin de contrarrestar el
chorro de divisas que estaba llegando a Colombia, la Junta amplió el plazo de
vencimiento de los certificados de cambio de 3 a 12 meses. Al ampliar el plazo,
la Junta del Emisor efectivamente multiplicó por cuatro la capacidad de
congelar el superávit externo por medio de este instrumento de control
monetario.
Como bien dice el
refrán, no hay plazo que no se cumpla y ya está llegando el momento en que se
acabe el impacto de contracción monetario. Al completarse un año de la
ampliación del plazo de redención de los certificados, se comenzarán a redimir
los certificados emitidos en octubre del año pasado. Los certificados que se
emitan a partir de octubre ya no van a representar una congelación adicional de
liquidez sino que van a reemplazar a los que van siendo redimidos.
Ante el inminente
llenado del embalse monetario para contener el flujo de divisas, es hora de
comenzar a pensar en la forma en que se debe manejar el crecimiento de los
medios de pago. La solución de volver a ampliar el plazo de los certificados no
parece una posibilidad viable. El gobierno debe a toda costa mantener la poca
credibilidad que le queda y no puede estar cambiando continuamente las reglas
de juego de la economía.
Frente a la pérdida de
potencia del instrumento de certificados de cambio es conveniente revaluar su
conveniencia misma. Es necesario entonces volver a hacer un análisis
costo-beneficio de este instrumento. El beneficio, medido por su efectividad
como instrumento de control monetario va a ser cada vez menor. Como ya se dijo,
los beneficios del instrumento van a desaparecer en buena parte en octubre
cuando se comiencen a redimir los certificados emitidos con plazo de un año.
Los costos del instrumento para el fisco parecen ser mínimos, pues ni el fisco
ni el Banco de la República tienen que pagar intereses por el préstamo que
obtienen de los exportadores.
Sien embargo, los
costos reales de utilizar el certificado de cambio como instrumento de control
monetario son cada vez más altos. El Banco de la República, de hecho, está
concediendo un subsidio importante a los exportadores pues redime los
certificados de cambio a la tasa oficial que es considerablemente superior a la
tasa de cambio del mercado. Como muy bien lo han sostenido miembros de la Junta
del Banco de la República, la cotización oficial está desapareciendo. Para lo
único que se utiliza hoy en día la tasa oficial es para liquidar el valor de
los certificados de cambio.
La introducción de los
certificados no solo ha venido acompañada de una revaluación sino que también
ha dado lugar a un sistema de cambios múltiples. Las distorsiones en el mercado
cambiario introducidas por este instrumento indudablemente van en contravía de
la apertura. Los analistas extranjeros no logran entender como en un proceso de
apertura comercial y cambiaria se apela a un
instrumento con tantos efectos nocivos para el manejo del sector
externo.
Teniendo en cuenta que
los costos de los certificados van a ser muy superiores a los beneficios es
necesario comenzar a pensar en instrumentos más neutrales y que estén más de
acuerdo con el proceso de apertura.
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