Una inflación tan
elevada como la colombiana está actuando como un impuesto considerable en todo
aquel que usa dinero.
La inflación y el
desempleo son sin lugar a dudas dos de los grandes problemas económicos. El
costo del desempleo es relativamente fácil de cuantificar, pues puede ser
medido por la pérdida en producción causada por el aumento en la desocupación. Por
el contrario, el verdadero costo de la inflación para la sociedad es un poco
más difícil de cuantificar.
La inflación tiende a
tener serios efectos económicos en la medida en que los resultados sean
diferentes a los previstos. Como muy gráficamente lo ha manifestado un antiguo
dirigente gremial, el problema de la inflación estriba en que cuando todo el
mundo está esperando aumentos moderados de precios, los precios suben por el
ascensor, mientras los salarios suben por la escalera. De esta manera el
empleado ve aumentar más rápidamente sus gastos que sus ingresos y siente que
le están poniendo un impuesto adicional sobre ellos.
El crecimiento
diferencial de precios y salarios es igualmente grave cuando lo que sube más
rápidamente son los salarios que los precios. El serio problema de algunas
empresas de servicio público es una consecuencia de un aumento vertiginoso de
los salarios y de un bajo incremento de los precios de sus servicios. Cuando
los precios suben más lentamente que los salarios los productores ven
disminuidos sus ingresos y para ellos la inflación se convierte en un impuesto
adicional.
Cuando se mira el
efecto combinado en productores y trabajadores las discrepancias entre las
previsiones y los resultados se compensan, pues los impuestos a los
trabajadores son recaudados por los productores y los impuestos a las empresas
son aprovechados por las oligarquías de overol.
Los efectos nocivos
causados por inflaciones no previstas se pueden minimizar mediante reformas en
los sistemas tributarios, financieros y laborales. El sistema de protección
contra la inflación existente en Colombia es bastante sofisticado y se han
eliminado las distorsiones más grandes. Los ahorros de los pobres están
protegidos desde la creación del sistema UPAC. El sistema tributario esta indexado
desde 1979 y los salarios reales tienden a mantenerse en sus niveles.
Teniendo en cuenta lo
anterior es posible pensar que en Colombia la inflación es relativamente
neutral en su efecto en la distribución del ingreso. Sin embargo, una inflación
tan elevada como la colombiana está actuando como un impuesto considerable en
todo aquel que usa dinero. Los poseedores de dinero año a año tienen que
reducir sus consumos para mantener unas tenencias de dinero con el mismo poder
adquisitivo.
Supongamos un trabajador
que ganó un millón mensual durante los doce meses de 1992. Si sus gastos fueron
relativamente uniformes y mantuvo todos sus ingresos en cuentas corrientes, en
promedio tuvo un saldo bancario de 500.000 pesos. Cuando los precios y salarios
suben un treinta por ciento al año, el promedio requerido es ya de 650.000
pesos. Por tanto, para poder contrarrestar los efectos inflacionarios en sus
saldos monetarios el trabajador debe aumentar sus ahorros en 150.000 y por lo
tanto disminuir sus consumos en 150.000 pesos durante el año. Para el
trabajador entonces la inflación se ha convertido en un verdadero impuesto pues
ha afectado negativamente sus finanzas.
Como quien tiene el
privilegio de emitir es el Estado, quien se beneficia de este impuesto es el mismo
Estado. Esta figura conocida con el nombre técnico de señoraje es una fuente
importante de ingresos para el gobierno. En efecto, según un estudio de
Dornbusch y Fischer publicado en el último número de Ensayos sobre política
económica el señoraje en 1980 fue equivalente al 2.8 por ciento del PIB. A
comienzos de los ochenta llegó a ser equivalente al noventa por ciento de los
recaudos del impuesto a la renta, pues el recaudo del impuesto a la renta en
1980 fue del 3.07 del PIB. Para finales de la década del ochenta el señoraje
era un poco menos del cincuenta por ciento del impuesto a la renta, pues la
participación del señoraje había bajado y la participación de los impuestos
directos había aumentado.
El considerar la
inflación como un impuesto y por lo tanto, como una fuente de ingresos para el
gobierno, nos pone de presente la importancia de las reformas tributarias para
poder lograr una verdadera estabilización de la economía. Esto se sintetiza en
una frase afortunada del artículo de Dornbusch y Fischer sobre el caso
colombiano. La estabilización de la inflación requería un incremento en los
impuestos para compensar la caída en los ingresos por concepto de señoraje.
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