Políticas sectoriales,
bien intencionadas, como las seguidas por el Ministro de Agricultura, han
contribuido sin lugar a dudas a elevar el precio de los alimentos.
Mientras que el país se
dedicaba a la reflexión de la Semana Mayor el DANE nos sorprendió con las
cifras de la inflación correspondientes a marzo. Los resultados del mes
confirman que hay un serio problema de control inflacionario. Los esfuerzos
realizados no están surtiendo el efecto deseado. La inflación que en julio del
año pasado parecía estar siendo sometida sigue su ascenso inexorable.
El continuado ascenso
de la inflación nos muestra que la demanda agregada sigue sin control. El deseo
muy natural de terminar el período presidencial con altas tasas de crecimiento
económico están, sin lugar a dudas, dificultando el manejo macroeconómico. El
Banco de la República y el gobierno deben buscar reducir la presión sobre la
demanda agregada para poder revertir la tendencia ascendente en la tasa de
inflación.
En estas
circunstancias, en las que es necesario disminuir las presiones inflacionarias,
es necesario tener mucho cuidado con las medidas tomadas. Lo que necesita el
país es de un Banco Central que con inusitada habilidad pueda instrumentar un
aterrizaje muy suave de la economía.
Además de una política
monetaria y cambiaria muy bien manejada se requiere también de políticas
sectoriales coherentes que no solo contribuyan a un mejor control de la inflación
sino que además permitan una repartición equitativa de las cargas inherentes al
ajuste.
Políticas sectoriales,
bien intencionadas, como las seguidas por el Ministro de Agricultura, han
contribuido sin lugar a dudas a elevar el precio de los alimentos. Esta
elevación del precio de los alimentos no solo ha hecho que las cifras de
inflación registradas sean más elevadas que las del año pasado, sino que han
afectado adversamente a los estratos de menores ingresos.
Para resaltar el efecto
perverso de la política seguida en materia de precios agropecuarios es
conveniente comparar esta política con una mini reforma tributaria. Para un
economista, el aumento artificial del precio de los alimentos es equivalente a
un paquete de políticas en que por una parte se introduce un impuesto a las
ventas de alimentos y por otra se introduce un subsidio equivalente al
productor.
Un Ministro de Hacienda
que proponga semejante paquete tributario duraría menos que lo que dura un
merengue en la puerta de una escuela. Tratar de poner IVA a los alimentos ha
sido causa de más de una crisis y ha desembocado en disturbios callejeros en
países hermanos. La destinación específica de los impuestos no solo ha sido
objetada por todos los tratadistas de la hacienda pública sino que ha sido
expresamente prohibida por nuestra constitución.
Una medida de política
fiscal conteniendo dos errores de esta magnitud, indudablemente, sería objeto
de severas críticas. Lo que no deja de ser curioso es que en Colombia el padre
de esta criatura sea reconocido como uno de los Ministros Estrella. El país,
definitivamente, tiene dos ópticas bien
diferentes. Una para juzgar a los Ministros de Hacienda y otra para juzgar a
los Ministros de Agricultura.
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