Con la salida del ministro Perry se intensifica la
discusión sobre la verdadera situación económica y sobre la bondad política
económica del actual gobierno
El domingo pasado presentó renuncia el Ministro de
Hacienda de la Administración Samper. Tal como se había analizado en esta
columnala falta de credibilidad en el gobierno eran tan evidente que tarde o temprano
el Ministro de Hacienda o el Director de Planeación se verían enfrentados a
escoger entre su futuro profesional o su lealtad con el Presidente de la
República. Aunque se esperaba la salida del Director de Planeación quien ya
tenía un ofrecimiento de una Universidad de Inglaterra, al final la cuerda se
reventó por el lado del Ministro de Hacienda.
Con la salida del ministro Perry se intensifica la
discusión sobre la verdadera situación económica y sobre la bondad de la
política económica del actual gobierno. Para la mayoría de los analistas, la
salida de Perry es un síntoma inequívoco de la existencia de graves problemas
en el manejo de la economía. Es muy diciente que alguien, como el doctor Perry,
que nos tiene acostumbrados a justificar lo injustificable termine dándose
cuenta de la gravedad de la situación. El pregonar una situación mejor que la
real durante tanto tiempo le quitó credibilidad dentro de la comunidad
internacional a las políticas del gobierno colombiano. Ser Ministro de Hacienda
de un gobierno descertificado en el que los indicadores económicos eran cada
vez más negativos estaba acabando con el prestigio internacional del Ministro
de Hacienda. Las posibilidades de mostrar unos resultados positivos eran cada
vez más remotas y por lo tanto era necesario buscar una salida digna de un
gobierno cada día más cuestionado.
La renuncia del Doctor Perry, no puede extrañarnos
pues era algo que se veía venir. Lo que nos sorprende es por qué no se presentó
antes y cómo alguien con una trayectoria académica como la del doctor José
Antonio Ocampo acepta seguir vinculado a un gobierno que ha mostrado una
propensión tan grande al mal manejo económico. Si es cierto que la decisión del
doctor Perry se debió a discrepancias en el manejo económico y en especial al
gasto desbordado para sostener al Presidente, uno se pregunta si antes de abril
de 1996 nunca se habían presentado estos excesos.
La respuesta es clara, nadie que conociera a
Samper podría dudar que, tarde o temprano las tendencias populistas propias de
un Alan García saldrían a flote. El técnico que aceptara ser Ministro de
Hacienda del doctor Samper debería, como primera tarea, escribir su carta de
renuncia teniéndola lista para presentarla en el momento en que el Presidente
propusiera algo en contra de un prudente manejo fiscal. Por ejemplo, habría valido
la pena renunciar en el momento en que el Gobierno incumpliendo sus promesas
electorales propone una nueva reforma tributaria. Defender una reforma
tributaria con el peregrino argumento de que el plan de desarrollo no cuenta
con la financiación adecuada, cuando la prudencia ordenaba presentar un Plan de
Desarrollo que estuviera dentro de las posibilidades existentes no concuerda
con la imagen del Ministro que se nos quiere presentar.
El ministro Perry, tal vez, por su amistad con el
Presidente fue demasiado tolerante con los excesos del Gobierno y del Congreso.
Las ventajas tributarias para los grandes financiadores de la campaña Samper
Presidente se hicieron a espaldas del Ministro de Hacienda, sin que el doctor
Perry diera la pelea necesaria para preservar el sano equilibrio fiscal. En
retrospecto, el presentar renuncia cuando el Congreso le metió esos goles
hubiera consagrado al doctor Perry como
un campeón de la ortodoxia fiscal.
Del análisis anterior, debe quedar claro que un
académico como el doctor Perry ha perdido prestigio por demorarse en la
decisión de renunciar, su credibilidad, que se había recuperado después del
penoso incidente del apagón, ha vuelto a niveles muy bajos. Los académicos ante
el fracaso de uno de sus mejores exponentes, deben estar pensando si vale la
pena vincularse al Gobierno y si el deseo de tener un impacto positivo en el
desarrollo económico del país justifica esta decisión. La respuesta no es
fácil. Lo que sí queda claro es que es un gran error vincularse a un gobierno tan
cuestionado desde el punto de vista moral. Un verdadero académico no ha debido
entrar al gobierno desde el momento mismo en el que se conocieron los famosos
narcocasetes, pues algo que comienza tan mal tiene que terminar mal.
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