La entrada del sector privado a la prestación de servicios públicos ha
generado una tercera ola en las proyecciones de demanda.
En las facultades de ingeniería a finales de los años cincuenta y
comienzo de los sesenta le enseñaban a uno que para calcular la demanda de
servicios públicos había que hacer unas proyecciones de población para después
multiplicar por un consumo per cápita y así obtener la futura demanda de un
servicio público como el acueducto. Los
ingenieros sin mucho conocimiento de la demografía y menos de la econometría
buscaban una fórmula, que sin ser muy difícil de calcular representara de forma
adecuada la dinámica poblacional. En
ocasiones, se presentaban debates sobre cual debía ser la mejor forma de
proyectar la población y se hacía énfasis en los problemas que podrían tener
unas malas proyecciones de población en el cálculo de la demanda de servicios
públicos.
En 1968, los técnicos del DANE y de Planeación Nacional participaron en
un interesante debate sobre las proyecciones de los principales centros
urbanos. En julio de 19ó8, en el Boletín
Mensual de estadística apareció una crítica a las proyecciones de Población
realizadas por el DNP en la que después de criticar la pertinencia del modelo
utilizado por Planeación se presentaban unas proyecciones utilizando un modelo
más realista pero un poco más difícil de calcular. Esta discusión, típica de un enfoque
puramente técnico puede aportar muchos elementos de juicio sobre la bondad de
los modelos utilizados siempre y cuando se haga una evaluación ex-post de cuál
de las dos alternativas resultó más apropiada para efectos de proyección. Desgraciadamente, esta actividad de
evaluación de los resultados de las proyecciones no se hace Colombia pues
podría aportar muy importantes enseñanzas.
A propósito, al revisar los resultados de los ú1titnos censos es fácil
comprobar que el DANE que por esa época era un pequeño David le ganó
ampliamente al gigante liderado por Edgar Gutiérrez.
A comienzos de los ochenta y gracias a la difusión de las técnicas
econométricas se avanzó en las proyecciones de demanda de los servicios
públicos. Los modelos comenzaron a
incluir además de la población algunas variables económicas y los parámetros de
los modelos se calcularon a partir de series de tiempo con un considerable
número de observaciones. Como lo enseñan los textos básicos de economía en su
tercera lección se consideraron como determinantes de la demanda el precio del
servicio, el ingreso de las familias, el tamaño de la población y el precio de
los bienes substitutos.
Las discusiones ya no eran tanto entre técnicos sobre las formas
funcionales de los modelos de tendencia sino entre el técnico y el
economista. El economista debía
convencer al técnico de que las proyecciones de demanda y consecuentemente de
los ingresos de la empresa de servicios públicos debería tener en cuenta el
efecto de un aumento de precios en el consumo de las familias y las industrias. El sobredimensionamiento no se debía a
errores en las proyecciones de población sino a que algunos economistas habían
olvidado sus primeras lecciones del curso básico y habían excluido del modelo
variables tan importantes como el precio del bien.
La entrada del sector privado a la prestación de servicios públicos ha
generado una tercera ola en las proyecciones de demanda. Los modelos de los técnicos y de los
economistas resultan insuficientes pues las empresas además de entender cuál va
a ser la demanda por un servicio público, bien sea agua, electricidad o
telecomunicaciones en la ciudad donde prestan el servicio sino que deben
establecer cuál va a ser la demanda de
su empresa. Es claro que un modelo como
el del economista en que la única variable a su disposición es el precio fijado
por la empresa va ser inadecuado. La
demanda del servicio va a depender buena parte del servicio que le ofrezca al
cliente y en especial a las políticas de mercadeo. El nivel de gastos en propaganda, la red de
distribución, la percepción del cliente sobre la empresa y su satisfacción con
el servicio prestado pueden ser tan importantes para la demanda como la
política de precios.
El que quiera proyectar la demanda de servicios públicos para las
empresas del siglo veintiuno requiere de un conocimiento sólido de la
demografía, de la economía y del mercadeo.
Las buenas proyecciones de población, y el conocimiento de las
elasticidades de la demanda con relación al ingreso y a los precios deben venir
acompañados de un análisis del impacto de las principales políticas de
mercadeo.
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