La discusión de cada
diciembre sobre el salario mínimo tendría algún sentido si realmente tuviéramos
unos elementos sólidos para creer que la meta de inflación tiene algo que ver
con lo que pasa en el mundo real.
La discusión sobre el
salario mínimo es uno de los ritos de final de año en Colombia. Este año cuando
se ha comenzado a discutir desde temprano cuál va a ser el aumento del salario
mínimo vuelven a surgir los mismos interrogantes de siempre. En primer lugar se
preguntan si las variaciones del salario mínimo tienen impacto en las
variaciones del costo de vida o si simplemente los aumentos en la inflación son
la causa de las variaciones en el salario mínimo.
Este interrogante ha
sido investigado por Alvaro Montenegro antiguo Director del CEDE de la
Universidad de los Andes y él ha concluido utilizando técnicas estadísticas
avanzadas que la razón de causalidad va más de aumentos en el costo de vida a
aumentos en el salario mínimo. El Doctor Montenegro después de realizar esos
estudios se ha convertido en uno de los principales defensores de un
tratamiento generoso por parte del gobierno en las negociaciones del salario
mínimo.
Otros investigadores no
comparten el punto de vista del Doctor Montenegro y consideran que el salario
mínimo tiene mucha importancia en el aumento de precios, pues es un indicador
que sirve en la fijación de otros salarios y posteriormente estos aumentos en
los salarios se reflejan en aumentos en los precios. El impacto del salario
mínimo es marcado en bienes como la vivienda en los que hay un predominio de
trabajadores que reciben el salario mínimo.
Por estos días se
vuelve a discutir otra vez si el aumento del salario mínimo se debe hacer con
base en la inflación del año anterior o si debe hacerse con base en la
inflación esperada para el año que comienza. Estas discusiones son
interminables y por lo general no hay manera de dilucidar quien tiene la razón.
Si uno mira con detenimiento los elementos de esta discusión se da uno cuenta
que se está discutiendo algo que no es muy importante.
En efecto, los que
sostienen que se debe utilizar la inflación esperada están diciendo que el
objetivo del reajuste es mantener el poder adquisitivo del salario mínimo que
regía el 31 de diciembre de 1996. Por su parte los que abogan por el uso de la
inflación del año anterior están buscando mantener el poder adquisitivo del
salario mínimo que regía el primero de enero de 1996. A priori, es muy difícil
decidir cuál de las dos fechas es la más indicada para que sirva de referencia.
En sana lógica cualquiera de las dos es igualmente válida y no es muy útil
discutir cuál es la más apropiada cuando cualquiera de las dos o una intermedia
podría serlo.
Otro elemento de la
discusión tiene que ver con la productividad. En épocas recientes se ha querido
reconocer el crecimiento de la productividad como uno de los elementos que se
debería tener en cuenta en el aumento del salario mínimo. Si el aumento del
salario no es superior a la suma de la inflación y el crecimiento de la
productividad la inflación no tiene por que crecer y por lo tanto se puede
mantener la tendencia observada en el pasado. Sin embargo, esta aritmética que
sirve para preservar las tendencias es a su vez el mayor obstáculo para lograr
una baja en la inflación pues reproduce los desequilibrios del pasado y no
permite que el aumento de la productividad se traduzca en una reducción de la
inflación.
Toda esta discusión un
poco esotérica, tendría algún sentido si realmente tuviéramos unos elementos
sólidos para creer que la meta de inflación tiene algo que ver con lo que pasa
en el mundo real. La experiencia del pasado muestra que en Colombia existe una
gran diferencia entre la inflación que anuncia el gobierno al comienzo del año
y lo que realmente ocurre. Nunca se ha podido lograr cumplir con las metas de
inflación, probablemente, porque las autoridades económicas no viven muy
preocupadas con el tema de la inflación.
Sería muy bueno, no
solo para los trabajadores que devengan el mínimo, que las autoridades
económicas colombianas les pusieran mucho más cuidado al cumplimiento de las
metas de inflación y que recobrarán la credibilidad perdida. Mientras esto no
se logre, las discusiones sobre el salario mínimo seguirán siendo bastante
estériles.
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