Los periódicos de esta semana muestran que Colombia no solo ha bajado en su nivel futbolístico sino que también en el manejo económico de la inflación está disputándose el último lugar con Venezuela. Las Autoridades Económicas al igual que el bolillo Gómez no han podido cumplir las metas que se han fijado. La inflación sigue por encima de la meta trazada al comienzo del año y por lo visto en los últimos meses, va a continuar por encima del dieciocho por ciento. Si se mantienen las tendencias recientes, en donde las cifras del noventa y siete son un fiel reflejo de las del noventa y seis, la inflación a diciembre estaría por encima del 18,5 por ciento.
Una inflación tan alta como la registrada en los últimos meses debe ser motivo de honda preocupación. El aumento de precios domésticos unido a una estabilidad en la tasa de cambio está volviendo la producción colombiana menos competitiva. Cada vez es más notoria la gran sobre valuación de la moneda colombiana. Los precios de los artículos manufacturados están cada vez más lejos de los producidos en el exterior. Las comparaciones entre los productos colombianos y los extranjeros son cada día más odiosas. Cuando uno va a los centros comerciales y pregunta por el precio de los vestidos le dan ganas de salir a Miami a aperarse. Esta simple comparación de precios lo convence de que hoy como hace quince años el Emperador no se esta vistiendo con ropas colombianas.
La falta de competitividad colombiana se manifiesta en muchos más frentes. Las comparaciones siguen siendo odiosas cuando uno mira los precios y calidades de los servicios suministrados a las familias colombianas. La televisión por cable, que hoy en día es un artículo de consumo popular que no puede ser gravado con el IVA, tiene precios muy superiores a los que uno ve anunciados en los Estados Unidos. Por el precio que se paga en Colombia, el televidente americano recibe todos los canales que aquí se cobran por aparte. Cuando se olvida que está en recesión y se decide ir a uno de los restaurantes famosos, encuentra que con lo que paga aquí hubiera podido asistir a un restaurante de primera en cualquier parte del mundo, obteniendo además un servicio mucho mejor.
Además de la pérdida de competitividad, una tasa de inflación tan alta se convierte en un freno a la baja en las tasas de interés. La tasa de interés puede bajar por dos razones. La primera, es una reducción en la tasa de interés real y la segunda es una reducción en las expectativas de inflación. La reducción en la tasa de interés real solo se puede esperar por una desaceleración mayor de la economía o por una disminución del déficit fiscal. Ambas posibilidades deberían descartarse en estas épocas pre-electorales pues el gobierno está interesado en ampliar el déficit fiscal y en reactivar la economía. Por tanto, en estos momentos, la reducción en las expectativas de inflación se convierte en la única esperanza para la reducción de las tasas de interés.
Al ritmo que ha venido descendiendo la inflación, la expectativa de una fuerte reducción es prácticamente nula. Más aún, la aceleración de los precios al productor están dando la señal contraria. El crecimiento más rápido de los precios al productor que el de los precios al consumidor no solo reflejan una disminución de la rentabilidad de la actividad productiva sino que muchas veces son el mejor indicador de los precios futuros al consumidor. Esto quiere decir que la aceleración de los precios al productor está indicando una futura aceleración del IPC, lo que indudablemente debería reflejarse en un aumento en las expectativas de inflación y consecuentemente en un aumento en las tasas nominales de interés
Las altas tasas de inflación son preocupantes en la situación colombiana pues se han dado en forma simultánea con una fuerte desaceleración de la economía. La reducción de un punto porcentual por año es muy poco cuando el crecimiento de la economía ha caído en casi cuatro puntos porcentuales. Estas cifras son demasiado elevadas, pues en una economía como la norteamericana una reducción de la actividad económica de esta magnitud se vería reflejada en una reducción de varios puntos porcentuales. Una reducción tan drástica en la demanda agregada debería haber llevado a la economía a una inflación de un solo dígito.
La conclusión del análisis anterior es bastante obvia. El problema de la inflación en Colombia es cada vez más serio y no se puede seguir tratando como hasta ahora. Hemos perdido demasiado tiempo en este juego de bajar la inflación sin querer queriendo. Lo que se requiere ahora es convertir en prioritaria la lucha contra la inflación. Esta es una guerra que no podemos perder.
Una inflación tan alta como la registrada en los últimos meses debe ser motivo de honda preocupación. El aumento de precios domésticos unido a una estabilidad en la tasa de cambio está volviendo la producción colombiana menos competitiva. Cada vez es más notoria la gran sobre valuación de la moneda colombiana. Los precios de los artículos manufacturados están cada vez más lejos de los producidos en el exterior. Las comparaciones entre los productos colombianos y los extranjeros son cada día más odiosas. Cuando uno va a los centros comerciales y pregunta por el precio de los vestidos le dan ganas de salir a Miami a aperarse. Esta simple comparación de precios lo convence de que hoy como hace quince años el Emperador no se esta vistiendo con ropas colombianas.
La falta de competitividad colombiana se manifiesta en muchos más frentes. Las comparaciones siguen siendo odiosas cuando uno mira los precios y calidades de los servicios suministrados a las familias colombianas. La televisión por cable, que hoy en día es un artículo de consumo popular que no puede ser gravado con el IVA, tiene precios muy superiores a los que uno ve anunciados en los Estados Unidos. Por el precio que se paga en Colombia, el televidente americano recibe todos los canales que aquí se cobran por aparte. Cuando se olvida que está en recesión y se decide ir a uno de los restaurantes famosos, encuentra que con lo que paga aquí hubiera podido asistir a un restaurante de primera en cualquier parte del mundo, obteniendo además un servicio mucho mejor.
Además de la pérdida de competitividad, una tasa de inflación tan alta se convierte en un freno a la baja en las tasas de interés. La tasa de interés puede bajar por dos razones. La primera, es una reducción en la tasa de interés real y la segunda es una reducción en las expectativas de inflación. La reducción en la tasa de interés real solo se puede esperar por una desaceleración mayor de la economía o por una disminución del déficit fiscal. Ambas posibilidades deberían descartarse en estas épocas pre-electorales pues el gobierno está interesado en ampliar el déficit fiscal y en reactivar la economía. Por tanto, en estos momentos, la reducción en las expectativas de inflación se convierte en la única esperanza para la reducción de las tasas de interés.
Al ritmo que ha venido descendiendo la inflación, la expectativa de una fuerte reducción es prácticamente nula. Más aún, la aceleración de los precios al productor están dando la señal contraria. El crecimiento más rápido de los precios al productor que el de los precios al consumidor no solo reflejan una disminución de la rentabilidad de la actividad productiva sino que muchas veces son el mejor indicador de los precios futuros al consumidor. Esto quiere decir que la aceleración de los precios al productor está indicando una futura aceleración del IPC, lo que indudablemente debería reflejarse en un aumento en las expectativas de inflación y consecuentemente en un aumento en las tasas nominales de interés
Las altas tasas de inflación son preocupantes en la situación colombiana pues se han dado en forma simultánea con una fuerte desaceleración de la economía. La reducción de un punto porcentual por año es muy poco cuando el crecimiento de la economía ha caído en casi cuatro puntos porcentuales. Estas cifras son demasiado elevadas, pues en una economía como la norteamericana una reducción de la actividad económica de esta magnitud se vería reflejada en una reducción de varios puntos porcentuales. Una reducción tan drástica en la demanda agregada debería haber llevado a la economía a una inflación de un solo dígito.
La conclusión del análisis anterior es bastante obvia. El problema de la inflación en Colombia es cada vez más serio y no se puede seguir tratando como hasta ahora. Hemos perdido demasiado tiempo en este juego de bajar la inflación sin querer queriendo. Lo que se requiere ahora es convertir en prioritaria la lucha contra la inflación. Esta es una guerra que no podemos perder.
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