En estos días se ha comentado
las posibles implicaciones de la sequía causada por el fenómeno del Niño. Para
muchos analistas la sequía va desembocar en un aumento en la tasa de inflación
que podría poner en peligro el cumplimiento de las metas de inflación. La
explicación es muy sencilla pues dentro del análisis convencional la sequía es
equivalente a un choque en la oferta agregada que lleva al conocido fenómeno de
la estanflación o sea el estancamiento con inflación. El aumento de la
inflación como es apenas natural se originaría en el grupo de alimentos y
después se generalizaría a los otros grupos en buena parte como reflejo de un
aumento de costos de materias primas y los incrementos en los ajustes
salariales.
Este análisis tradicional ha
comenzado a perder validez con la apertura de la economía colombiana pues en
este entorno la disminución en la producción de alimentos no se traduce
necesariamente en un aumento en el costo de los alimentos, sino que más bien se
refleja en un aumento en las importaciones de alimentos y materias primas de
origen agropecuario. El aumento en los precios es mínimo en la medida en que el
fenómeno de la sequía sea de carácter local. Cuando el fenómeno afecta a toda
la economía mundial como ocurrió en 1973, la disminución de la producción tiene
claramente un impacto en la inflación.
Teniendo en cuenta lo anterior y
a juzgar por la evidencia el fenómeno del niño por ser de carácter local no va
a tener un gran impacto en la inflación sino que más bien se va reflejar en un
aumento en la importación de alimentos. En consecuencia, el impacto en la
balanza de pagos se torna como el elemento clave del análisis del impacto del
fenómeno del niño en el sector agropecuario. Es claro que el aumento de las
importaciones de alimentos tiene como consecuencia un aumento en la demanda de
divisas lo que se deberá ver reflejado en una tendencia a la devaluación
nominal del peso. La tendencia hacia la devaluación nominal por una parte va a
permitir un manejo menos complicado de la tasa de cambio y va a tender a llevar
la tasa de cambio hacia el techo de la banda cambiaria. Por otra parte, el
aumento en el déficit en cuenta corriente va agravar el problema del sector
externo. El aumento en el déficit externo tarde o temprano se debe convertir en
un aumento en el nivel de endeudamiento externo lo que aumentaría las
posibilidades de una crisis cambiaria.
El proceso de apertura ha
cambiado de manera fundamental la manera como se transmite el choque causado
por una sequía. Ya el efecto precio no es tan importante como antes sino que
ahora el efecto se refleja en la cuenta corriente de la balanza de pagos y por
lo tanto su impacto depende de la situación imperante en el momento en el frente
externo. Si ocurre, en momentos como el actual en la que el sector externo se
encuentra débil su impacto puede ser muy grave. Por el contrario si el país
estuviera con superávit externo, la sequía serviría para ayudar a estabilizar
la economía.
Para completar el análisis del
impacto de una sequía en la economía colombiana es necesario estudiar el
impacto de la sequía en la oferta de energía. La gran diferencia entre este
caso y el anterior se origina en que los servicios de energía eléctrica no son
comercializables internacionalmente y por lo tanto la disminución debida a la
sequía se va a traducir en una reducción de la oferta y en un incremento en
precios. En este caso de bienes no transables internacionalmente como la energía
eléctrica la reducción en su oferta resulta claramente en la estanflación. Y
por lo tanto la sequía puede llevar a un incremento de la tasa de inflación y
una posible recaída en la recesión.
La gran vulnerabilidad del
sistema eléctrico nacional que se ha puesto de presente con el ataque
guerrillero ha vuelto a poner sobre el tapete el tema del racionamiento
eléctrico. Las amargas experiencias vividas hace pocos años deberían ponernos a
reflexionar sobre la importancia de usar el sistema de precios para racionar la
demanda. Los economistas deberán entrar muy pronto en este tema y aportar sus
argumentos para defender un cambio en la política de precios como elemento de
control de la demanda.
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