Con ocasión del centenario del nacimiento de Lauchlin Currie se realizaron
en el mes de octubre varios seminarios académicos que analizaron la vigencia
del pensamiento del destacado economista. En una de las reuniones se destacaron
sus contribuciones en el campo de la estabilización y el crecimiento.
En el campo de la macroeconomía se mencionó su contribución a la definición
de la política para salir de la gran depresión en donde, al lado de Keynes,
descubrió la importancia de reconocer que en algunas situaciones la oferta no
genera su propia demanda.
En el campo del crecimiento económico, Currie se dio cuenta que existía una
demanda latente inmensa en el campo de la vivienda, que no se podía satisfacer
por cuanto no había crédito, lo que impedía ampliar la oferta de vivienda. Pero
factores institucionales impedían que la demanda creara su propia oferta. Lo
que se necesitaba era reconocer a los ahorros del público una rentabilidad por
encima de la inflación y aceptar que los deudores deberían reintegrar el valor
real del crédito concedido.
Si queremos que Colombia vuelva a crecer no podemos olvidarnos de las
enseñanzas de Currie. Para poder crecer es necesario identificar y poner en
práctica las reformas necesarias para convertir una demanda potencial en
demanda efectiva, pues no se puede ser tan cándido en pensar que la demanda
crea su propia oferta. El Estado tiene que estar consciente de que muchas veces
las barreras al desarrollo son deficiencias institucionales que requieren de
una «reinvención del gobierno».
La revisión de la experiencia del sector educativo de los últimos años
muestra la importancia de tener presentes las enseñanzas de Currie. Tal como se
menciona en el libro de Eduardo Sarmiento «El Modelo Propio»:
«La participación en el PIB del gasto en educación se duplicó en el
decenio. (…) Los recursos dedicados a la educación crecieron tres ves más que
los maestros y los estudiantes». El incremento en los recursos no era el
secreto para mejorar el sector educativo colombiano. La prioridad dada por la
Constitución al gasto social no se tradujo en mejores resultados, por la
sencilla razón de que no se hicieron a tiempo las reformas institucionales
necesarias.
El profesor Stiglitz en su último libro nos da una pista para entender lo
sucedido en Colombia, con relación a esta importante reforma institucional del
sector educativo. En su libro «El malestar de la globalización»
identifica como una de las principales fallas de las reformas institucionales
el problema de la secuencia y el ritmo de las reformas. Encuentra que, con
excepción de las reformas institucionales hechas para controlar la
hiperinflación, las estrategias de choque no tuvieron todo el éxito esperado
por los reformistas.
En nuestro caso podríamos pensar que la estrategia de querer resolver lo
más rápido el problema educativo mediante un aumento en los recursos, no
resultaba apropiada pues la respuesta del Estado en el sistema educativo
público era muy lenta, o dicho en términos de economistas, el aumento rápido de
la demanda, unida a una oferta inelástica debería llevar a un aumento muy
pequeño en el número de estudiantes atendidos por la educación pública. En
estas circunstancias el ritmo de la reforma ha debido ser más lento, con lo
cual se hubiera logrado que el aumento del gasto se hubiera convertido en
aumento en el número de matriculados.
La secuencia de las reformas no parece haber sido la indicada. En lugar de
pensar en incrementar los recursos dedicados a la educación, ha debido pensarse
primero en reformas relacionadas con la oferta educativa del sector público.
Pensar que se podían posponer las reformas del lado de la oferta fue una gran
equivocación. El gobierno del Presidente Uribe quiere darle una gran prioridad
a la educación, para lograr los resultados esperados debe hacer, ahora sí, las
reformas necesarias en la educación pública así afecten intereses con mucha
fuerza política que en el pasado se apropiaron de los mayores recursos
destinados a la educación de los colombianos menos favorecidos.
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